Seguro que ya has oído en alguna que otra ocasión que el contenido es el rey; pues bien, su reinado tiene un precio. En su cuarta dinastía, los usuarios se han rendido a sus pies, el contenido ha sabido hacerse valorar, hasta el punto que de ahora los usuarios están dispuestos a pagar por él para disfrutar de sus beneficios. Aquí se muestran los inicios y evolución de la cuarta saga de esta monarquía. Durante la primera etapa, la del Contenido 1.0, primaba la generación de contenido pura y dura, la escritura a mano de contenido único y original, dirigido a conseguir el favor del usuario; un trato de tú a tú.
Pasamos a la generación 2.0, donde la política a seguir estaba basada en la transmisión de contenido por parte de un único emisor, dueño y señor de la palabra, hacia una multitud. Aquí ya el contenido se hace público deja de ser personal, busca la universalidad, alcanzar a una gran masa.
Posteriormente alcanzamos la era 3.0, aquella donde cualquier persona o colectivo puede generar contenido y constituirse como emisor. Es el momento de la democracia informativa, donde todos tienen voz y voto, pueden emitir información, expresar sus intereses e influir en la audiencia.
Por fin llegamos a la época que nos ha tocado vivir, la era 4.0; en la que el contenido pasa a ser valorado como tal. Aquí posee cualidades únicas que, llevan a los usuarios a desear apropiarse de él, y por ello, a asumir su coste económico. Estas cualidades que impulsan a los destinatarios a invertir en contenido son las siguientes: Relevancia. El contenido debe aportar algo que interese de verdad al usuario; un valor añadido que esté relacionado con sus intereses. Si cumple sus expectativas, el usuario no dudará a la hora de invertir sus recursos económicos en pos de obtenerlo.
Visualmente atractivo. El irresistible poder de la imagen es hoy por hoy indiscutible; consigue aumentar el deseo por parte de los usuarios por obtener aquello que tienen delante.
Ha de contar con un componente emocional, que les llegue al corazón, logrando que el usuario quiera apropiarse de él, obtenerlo en propiedad, para su exclusivo uso y disfrute.
Deber ser cómodo y fácil de obtener. Aquellas cosas que hacen la vida más fácil, tienen siempre una buena acogida, tal fue el caso en 2003 del nacimiento de ITunes Store, que alcanzó la cifra de un millón de descargas semanales, o el más reciente lanzamiento de Netflix, la plataforma que ofrece la posibilidad de consumir contenidos audiovisuales en streaming, que ya cuenta con 23 millones de clientes. Otras fórmulas de contenido que triunfan son las aquellas cuyo coste conómico es muy reducido, casi simbólico. Son las denominadas micro-compras, que permiten al cliente obtener un divertido juego en su móvil, o disfrutar de una útil app por tan solo unos euros. Aquí reside también el éxito de los productos freemium, basados en un modelo de negocio que ofrece gratuitamente servicios muy básicos, mientras que por otra parte cuenta con una versión extendida de los mismos que sí es de pago. La tendencia es a evolucionar, de un lado, en dirección al contenido a la carta, personalizado y exclusivo para cada cliente; y, por otro, a empoderar a los usuarios, los nuevos reyes de la generación de contenidos, cuyas acciones y opiniones ya son las que más peso ejercen de cara al resto de usuarios. ¿Qué aplicaciones tiene esta nueva realidad en tu estrategia de contenidos? ¿quién ostenta el poder?