A pesar de los reparos que tienen los usuarios a facilitar información por Internet, la verdad es que ni siquiera saben toda la información que ofrecen con unos pocos clicks. Un buen ejemplo de ello son las aplicaciones de Facebook, que pueden ayudar a los anunciantes a conocer desde la religión hasta la orientación sexual de los internautas.
Hasta hace no tanto los software se vendían en las tiendas en cajas envueltas en plástico transparente pero ahora las cosas han cambiado un poco. Actualmente lo que predominan son las “apps” o aplicaciones, que son programas de software que residen bien en línea o bien en el teléfono. Para comprar las aplicaciones tan sólo es necesario hacer click en un botón y aunque a veces cuestan dinero suelen ser gratuitas pero a veces se paga de otra manera. De lo que muchos usuarios no se percatan es de que las aplicaciones son en realidad puertas de acceso y cuando uno las adquiere está ofreciendo a las empresas algo mucho más preciado en ocasiones que el dinero, sus datos personales.
En el caso particular de Facebook, algunas de sus más populares aplicaciones como los juegos y concursos son las que recopilan la mayor parte de esa información personal. En un examen de The Wall Street Journal sobre las 100 aplicaciones más usadas en Facebook se observa cómo algunas buscan las direcciones de correo electrónico, la ubicación actual o la orientación sexual entre otras cosas no sólo de los usuarios que juegan, también de sus amigos en Facebook.
Un ejemplo es el de Skype, el popular servicio de llamadas en línea pide fotos de Facebook y las fechas de nacimiento de sus usuarios y contactos aunque la empresa afirma que se trata de personalizar su servicio.
Todo esto demuestra que aunque las redes sociales ofrecen un servicio aparentemente gratuito lo cierto es que sí lo pagan proveyendo detalles de sus vidas, amistades, intereses y actividades. Facebook además utiliza esta información para captar anunciantes, desarrolladores de aplicaciones y otras oportunidades de negocio. Esta nueva situación está provocando un profundo debate sobre la definición de privacidad en una era en la que la mayoría de las personas acarrean aparatos que transmiten información todo el tiempo.
Y es que el negocio sale rentable. Facebook sí exige que las aplicaciones soliciten permiso antes de acceder a los detalles personales del usuario, pero los amigos de un usuario no son notificados si su información es utilizada por la aplicación.
Pero Facebook no siempre cumple con sus propias políticas de privacidad de datos. Entre sus transgresiones cabe destacar cómo decenas de aplicaciones permiten el acceso de anunciantes que no han sido aprobados por Facebook dentro de la propia aplicación, lo cual deja que anunciantes como Google hagan un seguimiento de los usuarios de la aplicación, según datos recopilados por PrivacyChoice.
La información que maneja Facebook, como por ejemplo nombres, fotos, historial académico y profesional…son la joya de la corona de la economía de los datos personales. De hecho, la industria de la publicidad en Internet, que mueve 28.000 millones de dólares al año, se alimenta en gran parte de estos datos puesto que las empresas crean anuncios patrocinados a partir de ellos.
Otro problema que surge es la “habituación”, las personas que recién advertencias frecuentes empiezan a ignorarlas. Otros estudios sugieren que a la gente le cuesta entender largas listas de permisos, especialmente cuando se trata de vocabulario técnico. Pero hay otro problema más de fondo: aunque un usuario entienda los permisos que concede, es posible que no sepa las formas inesperadas en que sus datos pueden ser usados.
Así, a pesar de que en 2010 Facebook lanzó su nueva política de notificaciones y alertas en aplicaciones, la mayoría de los usuarios aún no entiende qué ocurre con su información personal de acuerdo con el estudio presentado por la Universidad de California. En el informe se ve cómo más de la mitad de las personas encuestadas no sabía qué datos recopilaban las aplicaciones.