Por Redacción - 15 Junio 2017
Los supermercados son uno de los tipos de tienda que antes se adaptan a los cambios sociales y a las nuevas necesidades de los consumidores. Lo son porque, al fin y al cabo, son el tipo de tienda que más se emplea en el día a día y la que los consumidores no pueden evitar visitar, hagan lo que hagan y se organicen como se organicen. También son quienes antes notan los cambios de consumo y para quienes estos pueden suponer antes un cambio en la respuesta de los consumidores. No hay más que pensar, por ejemplo, cómo los supermercados han tenido que adaptarse a los cambios demográficos de lo que supone una familia. A medida que los modos de vida se han hecho más variados, también lo han hecho los productos y los tipos de ofertas que aparecen en los supermercados.
Por ello, ver cómo cambian este tipo de tiendas puede ayudar a comprender cómo serán las tiendas del mañana. Por el momento, por supuesto, todas las cosas tienen un cierto cariz experimental al que no es difícil ver fallos, pero que muestran, sin embargo, por dónde tirarán las cosas en el futuro.
Así, las tiendas del futuro, o al menos cómo los supermercados en pruebas lo están llevando, suelen apostar por entornos en los que se paga sin dinero y en el que todo se gestiona con el móvil. Es lo que ocurre en Moby Mart, un prototipo de pequeña tienda de alimentación de primera necesidad (uno de esos minisupermercados 24 horas) con el que se está trabajando. El supermercado es móvil (tiene ruedas y se desplaza a los lugares en los que se necesita), no tiene personal y es gestionado por completo por la tecnología y no tiene cajas registradoras.
Según sus responsables, se ha intentado que sea eficiente, lo que le permitirá llegar a muchos tipos de escenarios de consumo donde lo pueden necesitar, y también fácil de usar. El consumidor tiene que gestionar todo desde la app. La aplicación es la que permite abrir la puerta del supermercado y gestionar todo el proceso de compra. Los productos se van escaneando con la app y para pagar no se necesita hacer ningún proceso adicional. Cuando se sale de la tienda, se carga de forma automática el pago de la cesta de la compra (que es, por otra parte, un formato que no solo están probando ellos, sino también gigantes del comercio como Amazon, que trabaja en ello en sus librerías físicas).
Aunque el abanico de productos disponibles es limitado (el supermercado es muy pequeño), los consumidores pueden pedir otras cosas, que llegarán a la tienda. El supermercado móvil inteligente elimina por un lado los costes de establecer un negocio así (algo que, por ejemplo, resulta muy caro en grandes ciudades con elevados alquileres) y, por otro, los problemas de mercados muy de nicho y muy pequeños que no tienen tiendas tradicionales. Un pueblo con poca población pierde los supermercados de siempre pero este tipo de formato de tienda puede resultar rentable (el supermercado, por ejemplo, podría rotar entre varios pueblos y llegar así a una población mayor).
La necesidad de adaptarse a las necesidades de los consumidores y no tanto el hacer que los consumidores jueguen con lo que el supermercado les da parece una de las constantes de los supermercados del futuro. Por ejemplo, y tal y como mostraron en un prototipo de supermercado de la cadena italiana Coop en una feria de alimentación, los supermercados incluirán herramientas que darán información en tiempo real sobre los productos que se están consumiendo y sus calidades. Pero no solo eso: los consumidores pueden descargarse una app para dejar que un algoritmo les haga la lista de la compra basándose en lo que les gusta y prefieren.
La cadena italiana abrió el pasado mes de diciembre uno de estos supermercados "del futuro" en Milán, tras el pico de interés que el prototipo despertó en la feria de alimentación en la que antes lo había mostrado. Además de darle un aspecto diferente a lo que acostumbramos a imaginar cómo supermercado (es como un mercado y no tanto como un super), la visión del propio consumo es diferente. En la nota de prensa de presentación del super hablan, de hecho, de "viaje de compra digital" y de una experiencia en la que lo físico y lo digital se fusionan.
Los productos están expuestos en espacios interactivos, lo que permite acceder a información complementaria. La información es además algo en tiempo real. El consumidor recibe impactos informativos de ofertas, sugerencias de cocina o datos de redes sociales en el momento que ocurren. E incluso han cambiado cómo se almacenan los productos. Las estanterías no son las de siempre, sino un espacio ligado a una app que permite acceder a los productos de un modo diferente. Igualmente, también son más bajas, lo que permite ver el pasillo de al lado y a la gente que está allí. La idea es que se pueda potenciar la conversación y que los consumidores interactúen, como en un mercado tradicional.
Incluso cambia la disposición de los productos, que es más lógica en cierta forma. Por ejemplo, los tomates en lata están al lado de los tomates frescos.
La idea no es solo que los consumidores tengan más información comprando en el supermercado del futuro, sino que además cambien cómo ven el proceso de compra. En lugar de pensar en ir allí de forma rápida a comprar lo que se necesita, se quiere potenciar que se vaya a ver el supermercado, que se pasee con calma entre los productos.