Por Redacción - 20 Diciembre 2017

En abril, antes de que se estrenase en Netflix, un hacker anunció que había robado la última temporada de Orange Is The New Black, una de las series más conocidas de la cadena. Si Netflix no pagaba, amenazaba el hacker, lanzaría todos los capítulos a la red. Netflix no era la primera compañía que se veía amenazada por algo así, ni tampoco sería la última.

En pleno verano, y en plena temporada de emisión de Juego de Tronos, HBO también sufrió un ciberataque en el que le robaron material ligado a series, incluidos contenidos ligados a su emisión estrella. "Inmediatamente investigamos el incidente y estamos trabajando con las fuerzas del orden y compañías de ciberseguridad. La protección de datos es una gran prioridad en HBO y nos tomamos con seriedad nuestra responsabilidad de proteger la información que poseemos", señalaba la compañía tras hacerse pública la situación. Los ciberdelincuentes pidieron 6 millones de dólares en bitcoins a HBO si no querían que la información robada saliese a la luz.

Las dos compañías de VoD se sumaban a la larga lista de empresas que habían sido hackeadas y que habían visto cómo sus modelos de negocio y su reputación se ponían en entredicho por culpa de los cibercriminales. Sony lo había sido unos años atrás y había tenido un serio problema de reputación (especialmente porque lo que se filtraron fueron mails y más mails que no hacían quedar muy bien a los directivos de la compañía) y Ashley Madison lo había sido no mucho antes del culebrón Netflix.

En este último caso, para la empresa fue el descalabro completo, ya que su éxito estaba relacionado con el secreto. Lo que la hacía triunfar era que era un entorno que se venía como seguro. Ser hackeada demostró que no lo era tanto.

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