
Por Redacción - 27 Diciembre 2016
La felicidad se ha convertido en una creciente obsesión para las marcas. Lo es, en primer lugar, porque la cuestión de la felicidad se ha convertido en una obsesión para los consumidores, que están buscando todo el tiempo aquellas cosas que les harán felices y que lo han convertido, por tanto, en una de esas cuestiones recurrentes en lo que a lo que les interesa o no de lo productos. La felicidad vende y vende mucho, porque no solo se ha convertido en un elemento de moda sino que además se ha convertido en una suerte de consecuencia de los tiempos. Cuando los consumidores tienen que enfrentarse a un contexto complicado, buscan directamente aquellas cosas que les hacen sentirse mejor, lo que explica por qué prácticamente cualquier cosa en los últimos tiempos ha prometido la felicidad como elemento clave para vender.
Pero la felicidad no se ha convertido solo en un elemento clave para posicionar productos, sino que tienen que serlo también de la identidad de la marca. Las marcas tienen que transmitir una imagen positiva, una que encaje con lo que los consumidores quieren y están buscando. En esa búsqueda de la imagen perfecta, la felicidad se ha convertido en un elemento clave y fundamental.
No son pocas las marcas que han llevado la felicidad a sus eslóganes o a su descripción de producto o de marca, como no son pocas tampoco las compañías que integrado la felicidad en las líneas maestras que emplean para gestionar su día a día. Cada vez la política laboral de las empresas está marcada por más elementos como este, ya que las firmas han empezado a comprender que no solo importa que los trabajadores estén felices por ellos mismos sino también por el efecto que tienen en sus consumidores. Lo que transmite un trabajador feliz no es lo mismo que lo que transmite uno que no lo está. Y, en un mundo cada vez más y más obsesionado con la felicidad, este punto empieza a ser mucho más importante que nunca.
Por ello, las compañías no solo han modificado sus estrategias y lo que esperan y ofrecen de sus empleados (y en este punto sería importante recordar que lo de la felicidad no consiste en obligar a los trabajadores a sonreír todo el tiempo) sino que además han empezado a aparecer nuevos cargos relacionados. Aún no está presente en todas partes, pero cada vez son más las compañías que cuentan con un Chief Happiness Officer, un máximo responsable de la felicidad que se encarga de mantener feliz y contenta a la plantilla.
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