
Por Redacción - 14 Diciembre 2017
Cuando llega la campañade Navidad, más o menos en el comienzo del proceso de compras, losbuzones se llenan con una publicidad en papel que se repite año trasaño, a pesar de que la publicidad en papel parece una cosa un tantodel pasado. Es el momento de los catálogos de juguetes, muchas vecescon un grosor que los hacer parecer casi un libro. Los catálogos sonuna cuestión inevitable y una que no solo llega año tras año sinotambién que se parece año tras año.
Y es que los catálogos dejuguetes han seguido de forma reiterativa el mismo patrón. Losjuguetes se ordenan por grupos de edad, por temáticas y también -y aquí es donde las cadenas de jugueterías se enfrentan a unproblema - por géneros. Como ocurre también en las tiendas dejuguetes, en general, los catálogos son un entorno segregado dejuguetes para niños y de juguetes para niñas. Estas últimas estáncondenadas a un universo rosa lleno de princesas y de muñecos.
Y esto ocurre a pesar deque la separación por géneros de los juguetes es artificial ybastante reciente en términos históricos. Que las tiendas dejuguetes se convirtieran en un espacio en el que niños y niñasestaban separados y en el que sus diferentes áreas se separaban porcolores fue algo que comenzó,en realidad, en los 80.
El movimiento fue además un truco demarketing. Los códigos de colores y la separación entre niños yniñas se crearon para que fuese más fácil encontrar lo que sequería y por tanto vender más. Todo esto además tuvo un impacto encómo se presentaban los juguetes y cómo se vendían. Algunosestudios han demostrado que los juguetes son ahora más sexistas engeneral que en el pasado.
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