Los tiempos han cambiado, y la forma de hacer marketing también, como ya hemos dicho en otros artículos anteriores. Hoy en día la nueva forma de hacer marketing pasa por utilizar medios y métodos encaminados todos a conseguir la directa vinculación del cliente y/o audiencia con la marca.
Ese es el objetivo fundamental.
Los mensajes unidireccionales enviados por las marcas hacia los clientes utilizando los medios de comunicación tradicionales ya no funcionan, y ahora las técnicas actuales de marketing pasan por conectar con los clientes y crearles una necesidad, la cual debe satisfacer el producto o servicio ofertado por las mismas.
Una de las formas de conectar con el cliente es vincularlos a nosotros emocionalmente, hacer que nos consideren parte de su entorno y de su universo más cercano, que nos necesite, creando un vínculo fuerte a sus emociones, metiéndonos en su mente.
Para conseguir la empatía de nuestro público objetivo no hay nada mejor ni más efectivo que crearles una más que positiva experiencia de usuario, vinculando nuestro producto o servicio a un recuerdo o a una sensación vivida por el cliente y que le cree sensaciones positivas, para lo que es ideal recurrir a una historia.
Esto es el Storytelling, el márketing sensorial y emocional.
En palabras de Christian Salmon, el Storytelling es “la máquina de fabricar historias y formatear las mentes”. ¿Qué significa esto? Crear nuevas actitudes y necesidades en el consumidor.
Esta nueva forma de marketing surgió allá por los años 90 en Estados Unidos, y derivó en un marketing destinado a transformar los mensajes que queremos transmitir en historias que nuestros clientes pueden recordar fácilmente y sentirse identificados con nosotros.
Pero, ¿cómo se hace Storytelling?
Como siempre, el contenido es el rey. Necesitamos crear una historia que se base en un tema importante, como los universales, es decir, la vida y la muerte, la verdad y la mentira o amor y odio, dicotomías que se dan a diario en la vida. Además, necesitamos que estos temas estén plasmados y reforzados con hechos que nos hayan marcado en algún momento de nuestra vida, por tanto, deben ser historias ocurridas en algún momento concreto e importante de nuestra existencia, como la niñez.
Es fundamental, al igual que para cualquier post, que tenga una estructura bien definida, con un comienzo, un desarrollo y un final, una historia coherente y que tenga tintes de realidad. Esta realidad debe estar protagonizada por un personaje que sea el que el cliente identifique con él mismo y al que acompañe un compañero de aventuras con el que podamos identificarnos de igual modo.
La historia que queramos transmitir debe ser fácil de recordar, de manera que la podamos compartir con otras personas, además de reflejar la personalidad o el concepto fundamental, el valor diferenciador de la marca.
Por esto, la narración debe ser en primera persona, gracias a la cual el protagonista cuenta su propia historia, o bien en tercera, recurriendo al recurso de que sea alguien que conoció al protagonista de la historia el que cuenta su experiencia y cómo le cambió la vida.
Una vez más asistimos a la importancia de crear un buen contenido para conseguir un fin, para llegar a un cliente, para engancharlo mediante su cerebro y su emoción, para vincularlo a nosotros.
¿Es importante una historia? Yo creo que sí, ¿y tú?