La palabra que hoy es el objetivo a conseguir en todo lo que tiene que ver con comunicación es ‘engagement’. Los expertos en redes sociales han puesto el acento en esta palabra como fórmula de construcción de relaciones sólidas, de lazos a través de estos nuevos medios. En el fondo es una derivación de un modelo de comunicación que ya no solo es bidireccional, es conversacional y continuada.
Traducido del inglés, ‘engagement’ quiere decir noviazgo y en comunicación seria la traslación del amor, del afecto y cariño. Se trata de construir relaciones sólidas, fuertes, recíprocas, permanentes y duraderas con nuestros públicos, y esto se produce (o mejor dicho, se desea) en el ámbito de la comunicación o a través de la misma, con los clientes, instituciones o profesionales de la empresa en lo que se refiere a comunicación interna.
Es tratar de ir un paso más allá de llamar la atención; es mantenerla y fidelizarla. ¿Cuánto vale la fidelidad de un cliente a una marca, a una idea, a una compañía? ¿Y la de un empleado? Mientras, hoy hablamos de la construcción de relaciones estables y duraderas que generen valor.
¿Cómo logramos ese ‘engagement’? Superando el primer paso que es captar la atención en un universo sobreinformado. Y luego, con atención, escuchando, conversando, encontrando elementos de interés comunes, con continuidad, coherencia, compromiso; con historias, con discurso, con ideas.
Es importante conseguir ese engagement. Aunque nuestra intervención sea breve, trabajemos duramente para conseguir esa vinculación, que exige una forma mucho más global de preparación. De nada sirve captar en primera instancia la atención, si luego la desperdiciamos. Muchas presentaciones incurren en ese error, fruto de la búsqueda del efectismo, del desconocimiento, de la falta de empatía con nuestro público, o de un desarrollo o estructura argumental sin anclajes (en terminología de Programación Neuro Lingüística).