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Hace unos días tuve el placer de ser invitado a brindar una charla en el reciente Dircom, la conferencia para profesionales de la comunicación y el marketing que se realiza cada año en la Ciudad de Buenos Aires. Me preguntaba, al planificar mi participación, cuál es el impacto real de los cambios que la web ha generado en los últimos años. A fines de los ’90, lo fantástico era poder “conectarse a Internet”. Gran parte de la novedad estaba en la facilidad para acceder a una cantidad de datos hasta entonces inalcanzable, a medios de comunicación que comenzaban a volcarse (aún de manera muy tímida) a la web. El chat, el correo electrónico y algunos mensajeros instantáneos eran los primeros modos (aún tímidos) de real sociabilidad online.

En esos primeros años eran realmente muy pocos los que terminaban entender con precisión el potencial de la red. “Hay que estar en la web”, decían los promotores iniciales de la red, pero muchos de ellos ni siquiera eran capaces de defender con soltura sus ventajas. Las grandes empresas optaron, en un principio, por generar páginas institucionales en las que mostrar una imagen corporativa, brindando datos de contacto, información general de su negocio y la posibilidad de que los navegantes se contactaran mediante un formulario online. Esos antiguos sitios, en un comienzo, no diferían demasiado de lo que puede ser un brochure o una carpeta de presentación institucional.

Hoy esa realidad inicial ha cambiado rotundamente. La web se ha transformado en un auténtico medio social, una plataforma dinámica de comunicación que plantea posibilidades de interacción nunca antes vistas. Ya no sólo las empresas sino organismos políticos, instituciones del tercer sector y cualquier individuo que lo desee pueden aprovechar las virtudes de la red como plataforma de contacto. La web social no sólo está reescribiendo las reglas de la comunicación corporativa. También está modificando las normas de la interacción interpersonal.

Los ejemplos, muchos de los cuales incluí en mi charla de la semana pasada, son miles, y se actualizan día a día en el ambiente cambiante de la web. Familiares de personas que viven en Japón contactándose con sus seres queridos a través de Facebook o Twitter durante la reciente catástrofe que vivió el país nipón. La corona británica proponiendo una cobertura 2.0 de la boda real entre el Príncipe William y Kate Middleton, y brindando, entre otras cosas, la posibilidad de seguir algunos pormenores de la ceremonia a través de una aplicación para iPhone. Incluso una institución milenaria como la Iglesia Católica entendió la importancia de las redes sociales: la Santa Sede tiene un perfil sumamente activo en YouTube, a través del cual los navegantes visualizan más de 100 millones de videos diarios.

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