Por Redacción - 19 Noviembre 2014
Tres son los anuncios que están marcando la campaña de Navidad en Reino Unido (y que han dado el salto a los medios especializados en publicidad de todo el mundo, que se han lanzado a analizarlos y destriparlos).
Por una parte está el anuncio de John Lewis, una tienda multimarca que ha aprovechado el amor de un niño por su pingüino de juguete para apelar al espíritu de la Navidad. Por otro, está el anuncio de Sainsbury"s, una cadena de supermercados que rememora un hecho real de la I Guerra Mundial (una tregua en las trincheras durante Nochebuena en 1914). Y por último está la campaña transmedia de Marks&Spencer que empezó con una misteriosa cuenta de Twitter que hacía regalos a los desconocidos y que acabó con un anuncio televisivo con hadas que hacen regalos.
Lo emocional mueve dinero
El efecto que la publicidad emocional puede tener en la campaña de Navidad no va solo con una cuestión de empatía o de llegar al consumidor: directamente mueve dinero. John Lewis, una de esas compañías británicas que se han convertido en virales este año gracias a su anuncio navideño, lleva años apostando por lo emocional y por tocar como sea el corazón de sus consumidores. Sus cifras de resultados demuestran que la estrategia tiene mucho sentido y que los anuncios emocionales reportan ventas directas.
La conversión ha sido bastante elevada. El anuncio de 2011 era, por ejemplo, una historia muy emotiva sobre un niño que contaba los días que faltaban para llegar la Navidad y no porque esperase regalos sino porque quería darlos él. El niño daba a sus padres un emocionante regalo y a John Lewis le dio unas ventas de 500 millones de libras esterlinas, lo que supuso una subida del 9,3% frente a la campaña de Navidad del año anterior. La estrategia de lo emocional también les funcionó en 2013, cuando consiguieron superar en porcentaje de engagement en redes sociales con su campaña a su competencia inmediata.