
Profe: "¿Usted qué creé que debemos hacer cuando un publicista o un director de Marketing no creé en la empresa para la que trabaja?
Esa es la pregunta que me hicieron esta semana mis alumnos del grado de Publicidad. Automáticamente salió de mí una respuesta: irte.
Me separan aproximadamente 25 años de mis alumnos, pero aún tengo grabado a fuego la primera empresa para la que trabajé. Tenía 22 años, una licenciatura y un máster: se trataba de una asociación sin ánimo de lucro que decía representar los intereses de un gran colectivo de trabajadores. Mi función, como responsable del área de comunicación y de Marketing, consistía en comunicar a la sociedad las cosas que hacíamos y dar a conocer cómo nos dejábamos la piel por hacer nuestro trabajo de una forma ética y eficaz.
Era mi primer trabajo y me sentía tremendamente feliz y orgullosa de la labor tan preciosa que me habían confiado. Un buen día, tras revisar algunos aspectos que yo consideraba parte de mis responsabilidades, decidí que era hora de cambiar de proveedor de imprenta; el que teníamos trabajaba de forma desordenada, nunca entregaba los trabajos a tiempo y sus presupuestos siempre estaban por encima de los otros dos presupuestos que, aunque nadie me obligaba a pedir, yo creía necesario tener para poder comparar con otros agentes del mercado.
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