Por Redacción - 7 Julio 2022
Cualquiera que haya visto una película o leído un libro en la edad adulta que había visto o leído en la infancia se habrá enfrentado a esta sorprendente realidad: la historia cambia. Puede que Cumbres borrascosas te apasionase a los 13 años y que, cuando intentar leerla nuevamente a los 28, no seas capaz de avanzar. Pero, además, en este proceso también cambia la percepción, y no solo los gustos, y los matices. La clave está en la neurociencia.
Un estudio ha analizado cómo responde el cerebro humano a las historias y cómo cambia nuestra percepción de las mismas. Lo que han descubierto es que la actividad cerebral es diferente. Es decir, nuestro cerebro procesa el storytelling de una manera cuando somos niños pero lo hace de modo distinto cuando somos adultos. Las percepciones de las cosas que tienen los niños no son una versión reducida o más sencilla de las de los adultos, sino que cambian por completo.
"En los adultos, ver una película genera respuestas cerebrales sincronizadas en diferentes personas, reflejando cómo perciben, comprenden y recuerdan la película", apunta Samantha S. Cohen, de la Universidad de Columbia y una de las responsables del estudio. Sin embargo, las reacciones del cerebro son diferentes cuando los analizados son niños (aunque el estudio deja claro que analizar la recepción del storytelling es muy complejo).
Las respuestas son consistentes entre grupos de la misma edad, pero cambian a medida que se hacen mayores. El cómo actúa el cerebro de los niños de 5 a 8 años es diferente a como lo hace el de los adolescentes de 16 a 19. Se pivota desde usar las regiones cerebrales centradas en la información narrativa a usar las que hacen un seguimiento de los detalles sensoriales y también de los estados de ánimo de los personajes de la película. Básicamente, se pasa del dato a los matices, se podría decir.
Incluso, también cambia cómo se activa el centro relacionado con la memoria, porque lo que los niños más jóvenes tienden a dar más peso como información a recordar es diferente a lo que se va premiando a medida que crece.
Los investigadores ponen en la migración a un cerebro adulto hacia los 20 años. A partir de ahí, se procesará la información como lo hacen los adultos.
Por supuesto, el estudio es relevante porque ayuda a comprender cómo funcionan los mecanismos de procesado de la información durante la infancia. Con esos datos, se puede entender mejor cómo comprenden las cosas y hasta cómo afecta en términos educativos.
Para los marketeros, estas conclusiones también son cruciales, porque en un mercado en el que el storytelling se ha convertido en un factor decisivo para conectar con las audiencias – y con audiencias de todas las edades – es más importante que nunca comprender cómo se leen las historias y cómo se procesan en el cerebro.
Igualmente, estos datos son relevante por una cuestión crucial. Puede que las regulaciones sobre cómo hacer publicidad a los niños hayan ido en aumento y puede que algunas empresas hayan hecho promesas para eliminarla de su estrategia, pero por el momento el infantil es un público más que las marcas quieren convencer y captar. Estos datos dejan claro que no lo pueden tratar como una versión más bajita de su público adulto.