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El lado emocional de las compras: cómo el marketing es utilizado para manipular las emociones y decisiones de los consumidores

Las empresas y marcas no solo apelan a las emociones positivas, sino que también se aprovechan de la vulnerabilidad de los consumidores en momentos de debilidad emocional, como la tristeza, la soledad o la ansiedad.

Por Redacción - 15 Marzo 2024

En gran medida, nuestra sociedad está moldeada por una cultura de consumo. Desde una edad temprana, estamos expuestos a mensajes publicitarios que nos animan a comprar productos y servicios. La educación formal a menudo no prioriza la educación financiera o el consumo responsable, y las redes sociales refuerzan la idea de que la felicidad y el éxito están ligados a la posesión de bienes materiales. Las compras han trascendido su función básica de adquirir bienes y servicios para convertirse en una experiencia emocional compleja. El marketing, artífice de esta transformación, ha convertido el acto de comprar en una danza cuidadosamente coreografiada que apela a nuestras emociones más profundas, impulsándonos a realizar adquisiciones que a menudo no son necesarias y que, en ocasiones, pueden resultar perjudiciales para nuestro bienestar financiero y emocional.

Empresas y marcas se valen de una batería de estrategias de técnicas psicológicas para despertar emociones específicas en los consumidores. La publicidad emocional, omnipresente en nuestros días, recurre a imágenes evocadoras, música cautivadora y narrativas conmovedoras para crear una conexión emocional con el producto o servicio que se promociona. De hecho, según los datos, el 80% de las decisiones de compra se toman a nivel emocional, y solo el 20% se basan en la razón. Esta preponderancia de las emociones en el proceso de compra convierte a los consumidores en seres vulnerables a las estrategias del marketing emocional.

La publicidad se ha vuelto omnipresente en nuestra sociedad, infiltrándose en todos los rincones de nuestras vidas, desde los medios tradicionales hasta las plataformas digitales y el transporte público.

La publicidad nos bombardea con imágenes de personas felices y exitosas que disfrutan de una vida ideal gracias al consumo de determinados productos. Se nos promete que al adquirirlos, podremos alcanzar esa felicidad y estatus tan anhelados, creando una falsa necesidad que nos impulsa a comprar de forma impulsiva. De echo, diferentes estudios han demostrado, que los consumidores que se sienten infelices son más propensos a realizar compras impulsivas en un intento de mejorar su estado de ánimo a corto plazo. Sin embargo, este efecto suele ser efímero, dejando al consumidor con una sensación de vacío y frustración al no encontrar la felicidad duradera que buscaba en los productos adquiridos.

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