A John Lennon se le atribuye la frase: "La vida es lo que pasa mientras estás ocupado haciendo planes". Quizá lo que diría ahora se podría parecer más a "La vida es lo que pasa mientras miras el Whatsapp". Y es que la vida está hecha de pequeños momentos que, sin querer, nos estamos perdiendo. Es triste ver un padre en el parque con su hijo, con el cuello doblado encima de su smartphone mientras su hijo busca la forma de descalabrarse en un columpio. Da pena ver a una pareja cenando callados, mirando hacia abajo con la cara rellena por el resplandor blanco de sus pantallas, en lugar de estar charlando y sonriéndose a los ojos. Estas dos observaciones así, hechas en frio, a todos nos parecen evidentes.
Pero nos cuesta mucho no caer en la tentación de la atención. A la mínima estamos sacando la pantalla, buscando un estímulo, una emoción. Un descanso del contacto humano. Las etiquetas de champú ya no se leen. Estoy seguro. Ahora, cuando vas al baño y no hay un periódico o una revista, sacas el móvil. Y probablemente juegas al Apalabrados. Ves publicidad hasta en tus momentos más íntimos. ¿Tendrán controlados los planificadores de medios esos momentos en los que estamos "liberando a Willy, sacando lo mejor de nosotros mismos", como decían Gomaespuma? Al tiempo.
¿Y qué pasa con nuestra relación con los demás? Ese succionador de atención en que se ha convertido el smartphone está afectando a nuestra actividad social y familiar. Y no es que los hombres no tengamos un problema de atención con las pantallas, que lo tenemos, sobre todo si hay fútbol, es que la pantalla que llevamos en el bolsillo sirve para todo: trabajar, hacer un puzzle, jugar a la consola o mirar twitter.
Las redes sociales en combinación con el móvil son un auténtico peligro. En mi afán por ser un mejor padre y marido, decidí hacer un experimento: borrar mi cuenta de facebook y de twitter (750 followers ganados con el sudor de mis pulgares) para tener más atención disponible para mi familia. Y también, no lo niego, para ver el impacto que causaba en mis contactos.
La cuestión del impacto resultó ser una cura de humildad. Nadie se percató de mi desaparación. Hicieron falta tres semanas para que alguien de 101 me preguntase por mi usuario de twitter. Y era por trabajo, no porque me echara de menos.De mi facebook solo mi hermano, que vive en Dallas, me preguntó, un mes y medio después.
Y la cuestión de la atención familiar resultó ser un desastre. Sustituí Facebook y Twitter por el Apalabrados y el Whatsapp, que al fin y al cabo, es una red social que incluye solo a los más cercanos.
Y es que forma parte de nuestra naturaleza humana el buscar el contacto, encontrar confort en sabernos escuchados, y la tecnología es muy buena en hacernos creerpodemos elegir donde poner la atención,que siempre hay alguien escuchando, y que nunca estaremos solos.
Pues bien, como he demostrado, soy incapaz de elegir dónde poner la atención si no me controlo, preguntad a mi mujer. No siempre hay alguien escuchando, y eso me lo han demostrado mis followers y "amigos" de facebook. Y respecto a la soledad... Hay que aprender a parar, a estar solo, a pensar y reflexionar. Hay que darle cierto espacio a la soledad, para poder desarrollarnos. "If we don"t teach our children to be alone, they will only know how to be lonely", dice Sherry Turkle. Si no enseñamos a nuestros chicos a estar solos, solo sabrán sentirse solos. Y los smartphones no están ayudando a eso, si no aprendemos a medir y controlar su uso.
Pero hay esperanza. Hace poco, un amigo mio, socio de una importante firma de abogados, usuario de smartphone desde hace años, antes de sentarse a cenar con unos amigos dijo: "El primero que mire la pantalla del móvil paga la cena". Aseguraba que había oido en la radio que era la última moda en las cenas en Nueva York. Y es un paso. Se empieza a hablar del Slow Tech y del Sabbath Tecnológico, de tomarse un dia a la semana libre de pantallas. De recuperar el contacto humano, tan incómodo a veces, tan importante siempre.
Amo la tecnología, he construido mi carrera profesional alrededor de ella, no sabría vivir sin mi smartphone. Pero tengo que aprender a usarlo. Tengo que aprender a controlar donde pongo mi atención. Y creo que nos pasa a todos.