La realidad aumentada es una larga aspiración tecnológica. Explorar el mundo con una asistencia informativa continuada nunca fue tan cierto como ahora. Se abre un medio nuevo para actividades comerciales. Substraer a las personas de su entorno y sumirlos en una realidad nueva a través de sus sentidos, especialmente la vista, es un viejo truco de feria. Los humanos vemos con ambos ojos a la vez. Destinar fotogramas específicos a cada globo ocular, con una ligera variación de plano, hace que el cerebro del espectador los procese en una sola imagen tridimensional. Esta curiosidad era conocida antes incluso de la invención de la fotografía. Hace ya medio siglo que Morton Heilig patentó su máquina Sensorama, un asombroso artefacto que reproducía imágenes 3D y sonido estéreo, aislando al espectador de interferencias ambientales, para introducirlo en la filmación proyectada en la máquina. Era el aparatoso desarrollo de una idea suya anterior: la Telesphere Mask, un visor portátil estereoscópico, padre de la realidad virtual. La realidad aumentada retoma este invento con un nuevo propósito. Ya no busca aislarnos para llevarnos a un mundo nuevo, sino introducirnos doblemente en el contexto de la realidad. ¿Qué entendemos por Realidad Aumentada? Es un proceso en el que la tecnología redefine el entorno. Superpone una capa de información virtual, específicamente ajustada a la ubicación que ocupamos en un momento dado, sobre la realidad que vemos en ese instante. Ya conocemos la vertiente más simple, válida para ámbitos muy reducidos (soportes fotográficos impresos, libros, vídeo juegos, incluso salas) y queda por ver su fantástico potencial añadida a la movilidad en espacios abiertos. Nuestros paseos urbanos estarán asistidos por una ingente información extra. La propuesta de Google Los prototipos de Gogle Project Glass, estructuralmente, son unas gafas sin cristales. La pantalla es un pequeño visor transparente sobre el campo visual derecho. Los giroscopios coordinan la información virtual transmitida, siguiendo los movimientos de la cabeza. Como un smartphone, localiza la situación geográfica del usuario. No solo sabe dónde se encuentra, también sabe lo que está mirando. A partir de ahí, sugiere un flujo de información relativa a lo se tiene delante. Solo queda seleccionarla a voluntad con la voz. Exponernos a una sobredosis de estímulos requerirá una aclimatación previa y muy posiblemente el dispositivo no pueda emplearse de modo continuado. Todos sabemos que el cerebro es muy plástico ante la información visual. Su adaptación a las alteraciones en la forma de ver las cosas es relativamente rápida. Ante un cambio de graduación de lentes, por ejemplo, sentimos vértigo durante unos minutos, pero acaba corrigiendo la información a los nuevos parámetros.
Mejoras en la geolocalización GPS La tecnología civil de localización por satélite todavía no diferencia matices tan sutiles. En una ciudad, las puertas de dos comercios pueden estar demasiado próximas para ser distinguidas con claridad. La compañía alemana Metaio ha desarrollado un algoritmo para los datos del GPS que afina la localización de un objeto con mucha mayor precisión. Los ingenios Continuous Visual Search (CVS) y Simultaneous Localization and Mapping (SLAM) actúan como una lente digital que agudiza la precisión del posicionamiento vía satélite. Realidad Aumentada para ir de compras Las tiendas online ya nos permiten comprar en cualquier lugar donde estemos conectados. La realidad aumentada, además, hace que cualquier sitio sea susceptible de convertirse en un centro comercial. Desde el sofá del salón de casa, la compra individual tiene unas características diferentes a las que realizamos inmersos en la multitud. Somos más reflexivos y analíticos estando solos y compramos más impulsivamente si estamos rodeados de otros consumidores. Un mismo lugar puede ser ahora un área neutra para unas personas y, para otras, ser un bazar. Zonas de paso y, sobre todo, espacios de espera pueden cobrar un valor nuevo. The Airwalk Invisible Pop Up Store es una tienda virtual de zapatillas que muestra su catálogo precisamente en un parque de Nueva York donde los skaters se dan cita para practicar. Las salas de espera de los aeropuertos o los andenes de las estaciones están en el punto de mira de estas aplicaciones.
Nuestra predisposición emocional hacia lo inesperado reblandece nuestra rigidez racional. La compra impulsiva es una debilidad que elude la prudencia y el autocontrol. Un niño con una tarjeta de crédito que pudiera desenvolverse solo en un centro comercial sucumbiría a la atracción de todas las tiendas. Aunque somos adultos responsables, con criterio y lógica firmes, la fascinación inmediata nos hace irreflexivos. En poco tiempo, la realidad aumentada abrirá un hueco en esas defensas y hará replantearnos todas estas cosas de nuevo.