El gobierno francés ha plantado cara a la obsolescencia planificada impuesta por la industria. Para conseguir su objetivo ha tomado medidas drásticas, tales como penas de cárcel y multas de hasta 300.000 euros, que vienen a completar la regulación ya existente en la Ley de Consumo.
Esta iniciativa, abanderada por el grupo político Los Verdes parte de la base de que las empresas no pueden establecer a priori la vida útil de los productos; un hecho que perjudica el medio ambiente y atenta contra la sostenibilidad, además de suponer un engaño para el consumidor. Ésta es la propuesta que está trabajado Francia, y que pretende extender a toda Europa, recogida por Ecoportal.
En el lado opuesto, frente a la obsolescencia programada se apuesta por una nueva economía colaborativa, basada en el consumo compartido de bienes duraderos. Para aumentar la durabilidad de productos tales como electrodomésticos, o aparatos electrónicos, se apuesta por medidas tales como ampliar su plazo de garantía, proporcionar piezas de sustitución durante largos períodos, estandarizar algunos productos, tales como accesorios (véase el caso de los cargadores para móviles), o reducir los costes de reparación.
No solo existe la obsolescencia programada, también hay psicológica
Además de la obsolescencia programada, esta cruzada por la sostenibilidad y defensa de los consumidores también tiene en cuenta los efectos de la obsolescencia psicológica. Entendemos esta última como fruto de la presión de las fluctuaciones en gusto y estilo impuestas por la moda. En consecuencia, pese a que el producto está en perfectas condiciones de uso, ya se considera como "inadecuado". Este recurso sin duda fomenta el consumo, animando a desechar los artículos que ya tenemos, por las incesantes novedades del mercado.
El último ejemplo de ello lo hemos podido apreciar de una de las marcas con más amantes incondicionales. Se trata de Apple y su recién nacido, el flamante iPhone 6. Su modus operandi se repite respecto a las versiones anteriores de su gama de smartphones. Apple lanza la última versión de su sistema operativo y, de forma simultánea su nuevo iPhone. Como resultado, los modelos anteriores del teléfono inteligente automáticamente quedan obsoletos. En el caso de las versiones más antiguas, el dispositivo no es compatible con el recién estrenado sistema operativo, o bien no funciona debidamente.
Las bases para un desarrollo tecnológico no deberían estar fundamentadas en la irrefrenable caducidad de los productos. Es cierto que constantemente el mercado presenta innovaciones, pero ello no indica la obligatoriedad de que éstas sean asumidas al mismo ritmo por la mayoría de la población. En cambio, si apostamos por un futuro sostenible, seremos no solo más respetuosos con el medio ambiente, sino con los derechos del consumidor, respetando su libertad de elegir hasta qué punto quiere mantenerse en primera línea de la carrera tecnológica.