Por Redacción - 4 Abril 2016
Los datos son cruciales para el funcionamiento de las empresas y para sus buenos resultados. Las marcas deben hacerse con cada vez más información sobre los consumidores y sobre el mundo que les rodea y tienen que ser altamente eficientes a la hora lograr conectar con ellos y con sus necesidades. Hay que acumular información y hay que saberlo todo.
La importancia de los datos se ha convertido en un elemento crucial en el mundo del big data y en la estrategia de las empresas del siglo XXI. Las compañías necesitan saber y necesitan saberlo todo y eso ha creado nuevos retos, nuevas preocupaciones y nuevas pautas de comportamiento. En la estrategia de las empresas del siglo XXI, las compañías tienen que tener una suerte de síndrome de Diógenes de la información. Tienen que saberlo todo y tienen que acumular todos cuantos datos sean posibles.
Esto ha llevado a las compañías a implementar todas y cada una de las técnicas y de las herramientas disponibles para acumular dato tras dato de sus potenciales consumidores. Se emplean las tarjetas de fidelidad, se intenta conseguir información vía smartphones, se apuesta de forma destacada por las redes sociales, se intenta hacer que todo el mundo se suscriba a la newsletter...
Las marcas intentan saberlo todo, descubrirlo todo y acumular información y más información posible.
Se ha establecido que cuanto más, mejor y que, teniendo en cuenta que nos movemos en un mundo en el que se genera cada día más información y en el que los consumidores están más conectados que nunca y creando más datos que nunca, no tener grandes bases de datos, muy complejas y muy completas, es casi un billete al fracaso.
Las empresas se relamen, además, ante la idea de que en el futuro inmediato las fuentes de información sean muchas más y mucho más variadas. En un mundo en el que todo estará más conectado que nunca (al fin y al cabo, el futuro es la época de los wearables y del hogar conectado), esas bases de datos serán aún mayores porque las fuentes de información serán más variadas que nunca.
Las marcas se van a ver sepultadas en información y se sentirán muy felices en ese nuevo terreno de juego. Podrán saberlo todo (aún más y mejor) de sus esquivos consumidores.
Pero si hay algo que se olvida en esta carrera por el más, el mejor y el mayor número de variedad de datos es que los datos son solo una parte de lo que se necesita. Efectivamente, poco importante sería el big data si no tuviese data y si no se consiguiese esa información de base que necesitan las marcas para conocer a los consumidores. Los datos son la clave y son lo que abre las puertas al mundo del big data y a conocer a los clientes de forma tan específica y tan eficiente, pero no lo son todo. En el mundo del big data hay que jugar con otras cartas y con otros elementos.
De hecho, tan importante como los datos es la tecnología. Podría parecer que la tecnología es algo accesorio, una especie de elemento de acompañamiento que ayuda a sacar partido a lo realmente importante, pero pensar eso es un error. Cuando se hace una estrategia de big data, la tecnología debe ser el elemento que primero se mida y se planifique.
¿Cómo puede ser la tecnología más importante que la información?
Lo cierto es que hay muchas razones para ello. La primera y la más evidente es la de la cuestión del almacenamiento. Los datos son cada vez mayores y son cada vez más fáciles de conseguir pero, si se quiere jugar con ellos, es necesario tenerlos en algún lugar. Es decir, la empresa tiene que guardarlos. Por ello, antes de hacer nada hay que tener en cuenta qué es lo que se va a hacer con la información, dónde se va a acumular ese caudal de datos.
En segundo lugar, la tecnología es la llave que hace que los datos dejen de ser simplemente ruido para convertirse en algo valioso. La tecnología es la que permite extraer la información, es la que posibilita que las diferentes bases de datos converjan y es la que hace que los datos funcionen como una sinfonía y no como una cacofonía en la que cada cual está a lo suyo.
La tecnología es además uno de los elementos más delicados del big data y de la dependencia creciente de las marcas de la información, ya que es la que hace que los contenidos existentes sobre los consumidores puedan ser débiles ante los ataques de los demás. Para salvaguardar la privacidad de sus consumidores, las marcas tienen que saber jugar bien con las herramientas tecnológicas.
Pero una vez que se tiene este punto claro se corre el riesgo de enfrentarse a otro elemento y a otra cuestión que podría hacer que las cosas se viesen de una manera distorsionada. El big data no es solo datos y no es solo tecnología: si se quiere triunfar con ello hay que apostar por un elemento más y ese elemento es el talento. Los datos no funcionan por si solos y tampoco lo hacen apoyados solo en la tecnología.
Para que todo esto funcione y para que todo esto triunfe, hay que tener también en la ecuación a quienes son capaces de hacer que esas cosas encajen. Igual que una orquesta necesita a un director para funcionar y para convertir el ruido de los instrumentos en música, el big data necesita a personal específico y especializado para convertir la información en valor. Los profesionales son los que saben qué preguntas deben hacerse a los datos y también el modo en el que se deben leer esas conclusiones para convertirlas en un elemento de valor para la marca.