Por Redacción - 23 Mayo 2017
Los juguetes que hablan no son exactamente una novedad. 20 y 30 años atrás ya había peluches y muñecas que decían unas cuantas frases cuando se apretaba un botón. De hecho, a finales del siglo XIX, Thomas Edison ya lanzó una muñeca que hablaba. La muñeca de Edison era material para pesadillas. La calidad de su voz era prácticamente fantasmagórica y, vista con los ojos del ahora, digna de una película de terror de aires góticos y retro.
Los muñecos que hablan ahora son mucho más sofisticados y están mucho más trabajados, lo suficiente como para parecer una extensión de los últimos dispositivos electrónicos de última generación. Las muñecas son, de hecho, cada vez más inteligentes, como demuestra el boom de los llamados smart toys.
Porque, por supuesto, además de los problemas de privacidad y de información, los smart toys abren la puerta a otro tipo de cuestiones. Como todo dispositivo electrónico, son potencialmente hackaeables. La ciberseguridad afectará también a los muñecos.
Para las empresas jugueteras, los smart toys empiezan a ser un elemento por el que tienen que pasar, ya que los niños se están acostumbrando a lo smart y los hogares empiezan a estar llenos de estos dispositivos. Pero entrar en ese mercado implica tener que cambiar lo que se hace y cómo se hace. Tienen que comprender que van a jugar con nuevas normas.