Por Redacción - 10 Julio 2017
Es bastante probable que, cada vez que se habla de cuestiones tecnológicas, se piense en un tipo concreto de escenario y en un tipo exacto de profesionales. Todo el boom del big data, por ejemplo, se suele ver como una cosa que está ligada, sobre todo, a empresas punteras de nuevas tecnologías, que han sabido aprovechar el cambio y la nueva situación para posicionarse mucho mejor en el mercado.
Pero lo cierto es que los datos y la información pueden tener muchos más usos y pueden tener, sobre todo, aplicaciones prácticas en todos los escenarios y en todos los terrenos. Al fin y al cabo, diseñar buenos productos y, sobre todo, los productos que los consumidores realmente quieren y buscan es algo que pueden hacer todos los nichos de mercado y todos los sectores y de lo que por tanto pueden beneficiarse todas las industrias.
Y, por ello, en la lista de espacios en los que le big data está cambiando las reglas del juego y están haciendo que las empresas logren mejores resultados se suman cada vez más terrenos en los que parecía que lo creativo y lo artístico era la clave.
De hecho, una de las industrias que está buscando sus data analysts y que está intentando usar cada vez más el big data para posicionarse es el terreno de la moda.
Los vendedores de moda están empleando cada vez más el análisis de datos para intentar comprender qué es lo que los clientes quieren y cuáles son las últimas tendencias dominantes en moda. Para mantener el ritmo de la fast fashion, como recuerdan en Financial Times, a los vendedores no les queda más remedio que ser eficientes en precios, stock, tallas, colores y telas que están de moda. Para lograrlo, tienen que ser capaces de peinar los gustos de los consumidores. Y aquí es donde entra el análisis de datos.
Cada vez hay más fuentes de información, por otra parte, sobre lo que les gusta y lo que no a los consumidores, ya que estos están hablando cada vez más de moda y de estilo. Las redes sociales están llenas de publicaciones (y de vídeos especialmente) en los que se comenta qué les interesa. Las empresas del mundo de la moda solo tienen que saber leer esa información: básicamente tienen que aplicar herramientas de minería de datos y de organización de la información (todo esto llega de forma absolutamente desestructurada) para encontrar la clave.
Para los vendedores de moda, la información puede ser una llave maestra: con tener solo dos semanas de adelanto sobre la competencia, por ejemplo, ya pueden hacerse de oro.
Los datos no solo ayudan a adelantarse a tendencias, sino que también les permiten estructurar mejor sus tiendas para ser más eficientes tanto en la gestión como a la hora de presentar los productos. Las compañías ya están usando datos de volumen de visitantes o algoritmos que gestionan el inventario para ser más eficientes. "Se está produciendo una revolución silenciosa en el retail y en la industria de la moda en general", apuntaba al hilo de unas conferencias el profesor del IESE Víctor Martínez de Albéniz, "con el big data y las analytics convirtiéndose en las mejores bases para tomar decisiones". El sector se está tecnologizando y cuestiones como los precios o la rotación de productos dependen cada vez más de lo que dice el análisis de datos.
Pero no solo ocurre en el mundo de la moda, sino también en mundos que se ven como menos tocables por las cuestiones del análisis de datos. Los libros, las series o las películas también empiezan a verse tocados por la cuestión del algoritmo. El big data ya está tocando a las decisiones que se toman a la hora de producir esos contenidos. Como apuntaban unos investigadores especializados en la cuestión, "lo que está pasando no afecta al contenido sino al tipo de contenido que se hace".
Esto es, no es que las películas o las series se construyan partiendo de lo que dice el análisis de datos y haciendo que la trama avance al ritmo del big data, sino más bien que los datos dicen que tipos de historias deberían contarse. El big data destapa géneros que pueden triunfar y marca tipos de contenidos que los consumidores pueden querer recibir.
De hecho, el boom de las películas de superhéroes de los últimos tiempos está muy ligado al uso de la información. El análisis de datos permitió comprender por qué unos personajes iban a lograr conectar con el público y por qué otros no y a detectar microsegmentos que podrían cuajar con historias concretas.
El potencial es además mucho más elevado, porque cruzando datos y otros elementos (como puede ser la neurociencia) es cada vez más fácil saber qué es lo que les interesa a los consumidores y por qué. En el caso de los libros, por ejemplo, el hecho de que cada vez se lea más en formato electrónico y que además hayan aparecido más formatos de lectura en la nube permite saber mucho mejor cómo leen los compradores/lectores y cómo engancharlos en la lectura.
Así, por ejemplo, y como había compartido una firma de lectura en la nube, Orgullo y Prejuicio, de Jane Austen, no se lee en general al mismo ritmo. Ciertos pasajes se leen mucho más rápido porque despiertan más interés. Y ya empiezan a existir estudios con datos de cuándo abandonamos la lectura de ciertas novelas. Por haber hasta hay ya un libro escrito por Watson, el superordenador de IBM, que hizo su propio recetario gracias a su amplia base de datos.
Además, aunque a la hora de producir ese contenido hay más reticencias (¿puede ser realmente literatura un libro escrito con los cambios que el big data cree mejores para ajustar el producto para que impacte mejor en el mercado?), no lo hay a la hora de venderlo. No hay más que pensar cómo descubrimos ahora qué leer: nuestras fuentes son sites como GoodReads o Amazon, cuyas recomendaciones basadas en algoritmos marcan lo que leemos a continuación. Puede que el big data no diga cómo será la historia, pero sí impacta en cómo esa historia llega al mundo.