
En una nueva realidad donde el consumidor vive en una situación “líquida”, que implica unas nuevas reglas que han generado un cambio relacional con las marcas y productos que consume, un marco de relación desde la libertad, la inmediatez y el no todo es para siempre, el consumo se convierte en momentos u ocasiones sin un patrón fijo de conducta, desaparece el orden, la monotonía, el concepto de repetición constante y la predictibilidad exacta de comportamiento.
Una visión absolutamente dinámica donde un mercado es una conversación y la forma de seducir y conquistar al consumidor se basa en las motivaciones, en el descubrimiento de necesidades no cubiertas o necesidades latentes, como forma de palanca operativa de conectividad entre marca y consumidor. La base está en la conversación, con ella el diálogo y con ello la interconexión desde la naturalidad, la sinceridad, en definitiva, de la humanización de las marcas.
Una aproximación interesante es definir el mercado como composición de seres humanos, no de sectores demográficos.
Aunque parezca banal, muchas marcas no han tenido claro este punto hasta nuestros días, los criterios de definición de patrones de conducta o segmentos se basaban en criterios estáticos, definidos a partir de valores socio demográficos o socio económicos como criterio estratégico de romper un mercado.
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