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La coyuntura económica actual nos exige un esfuerzo aún mayor para diferenciarnos de nuestros competidores. ¡Estamos obligados a innovar!
Innovación es "la ruptura de límites con vocación constante" y debe formar parte de la estrategia de cualquier organización. Pero no tiene por qué significar hacer cosas nuevas en el mismo ámbito, o realizar grandes cambios, sino que supone observar con detenimiento, analizar de manera recurrente e invitar a distintos interlocutores (empleados, clientes, proveedores,,...), en definitiva "stakeholders", a incorporarse al proceso de creación.
En mi bagaje profesional he encontrado múltiples ejemplos de compañías que han pretendido vivir de la innovación que hicieron tiempo atrás y que les aportó éxito durante un tiempo determinado. ¡Gran error! Nunca hay que perder el espíritu innovador.
Basar la estrategia de la compañía en generar experiencias es algo que aporta innovación, diferenciación, y puede convertirse en una fuente de ventajas competitivas. No olvidemos que las experiencias también se pueden copiar, pero lo que será muy difícil es copiar su ejecución, y el éxito de estas prácticas dependerá del grado en el que transformen la vida de los consumidores.
Un ejemplo de innovación. Pensando en la creación de un centro comercial, para su conceptualización se podría formar un equipo de desarrollo multidisciplinar formado por promotores, comercializadores, ingenieros, arquitectos, buscadores de tendencias, familias, desarrolladores de urbanismo, expertos en marketing de experiencias etc. De esta manera podrían llegar a plantear nuevos espacios antes impensables desde el punto de vista de la comercialización del espacio, como podrían ser los cuartos de baño, las paredes, la cubierta o el parking,...
En definitiva, si se apuesta innovar a través de la gestión de emociones y experiencias, y no se tiene miedo a introducir cambios antes impensables o conceptos todavía no utilizados en las organizaciones, los resultados pueden ser realmente sorprendentes.
