Por Redacción - 3 Noviembre 2017

Cuando hace no tanto se presentó el último modelo del iPhone de Apple, una de las cuestiones que se convirtieron en material destacado fue el precio. El nuevo iPhone era el iPhone más caro que Apple había presentado en los años - ya una década - que lleva comercializando el terminal.

De hecho, los precios del dispositivo daban para comparaciones de las que resultan especialmente abrumadoras. Según las conclusiones de un estudio de idealo.es, para comprarse el iPhone X en España habría que trabajar 42 días (y no gastar, por supuesto, absolutamente nada). En 2014, el iPhone solo suponía el equivalente a 28 días de trabajo.

Y, aunque el precio del iPhone no es en realidad algo escrito en fuego (en los últimos años los precios han oscilado y, partiendo del histórico de datos, se podría esperar que, por ejemplo, el iPhone 8 bajase su precio en un 12% para Navidad), sí es algo que se puede comprender partiendo de la imagen de marca y de lo que se quiere hacer ver al consumidor.

El precio es una poderosa barrera psicológica y un igualmente poderoso elemento que permite sugerir unas cuantas cosas. El precio, como recordaban los analistas cuando apareció el último iPhone, es lo que le dice al consumidor el valor que tiene ese producto. Un precio elevado hace que las cosas nos parezcan superiores y exclusivas, que las veamos bajo el prisma del valor elevado. Apple logra, haciendo que sus terminales sean más caros que los de la competencia, que sus smartphones se vean como mejores, aunque a nivel de puro análisis tecnológico no necesariamente lo sean.

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