
Por Redacción - 2 Enero 2018
Cuando empieza la temporada de huracanes en América, las noticias de todo el mundo se empiezan a llenar de noticias con titulares con nombres. Cada uno de estos fenómenos tiene un nombre de pila, que los periodistas usan en sus contenidos una y otra vez hasta que los conocemos perfectamente y sabemos que han impactado en el lugar que estaba previsto que lo hicieran. Irma, Harvey, Maria… Los nombres van cambiando, pero se quedan en la memoria de los ciudadanos.
Y, hasta ahora, pocas habían sido las tormentas que habían llegado a este lado del Atlántico con nombre. Estaba la Hortensia, en los 80, que se ha quedado como una especie de hito en la memoria del norte de España, por ejemplo, o estuvo Klauss no hace mucho. Eran una suerte de excepción a la regla, porque aquí los fenómenos atmosféricos eran tormentas con alertas naranjas o rojas, pero sin nombre.
Hasta ahora. Hace unas semanas, las noticias se llenaron de menciones a Ana, la primera gran tormenta de la temporada, mientras que ahora todo está ligado a Bruno, la segunda gran tormenta y la primera del invierno. Los organismos meteorológicos de España, Portugal y Francia se han puesto de acuerdo para poner nombre a las grandes tormentas, en un movimiento de naming y que tiene una explicación.
Los nombres de las tormentas, huracanes y otras manifestaciones meteorológicas son una estrategia de marketing y naming que ha funcionado. "El uso de nombres cortos tanto por escrito como en comunicaciones orales, fáciles de recordar es más rápido y reduce la confusión cuando dos o más tormentas tropicales ocurren al mismo tiempo", explican en la web del servicio meteorológico estadounidense, el pionero en la cuestión de bautizar a las tormentas.
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