Por Redacción - 9 Enero 2018

Las marcas y las empresas intentan llegar a muchos tipos de públicos e intentan conectar con muchos tipos de audiencias. Este intento por posicionarse en entornos diferentes y con mensajes que se ajusten a lo que estos nichos concretos quieren está muy marcado por lo que los propios productos necesitan. A cada segmento hay que venderles los productos que tocan. A ello se suma la cuestión de que a veces no se trata solo de vender un producto o de posicionar una cosa, sino también de intentar hacer una masa potencial de clientes. Algunas marcas, por ejemplo, empiezan a conectar con los niños no tanto por lo que ellos puedan suponer como influenciadores de decisiones de compra presentes como por lo que podrán serlo en el futuro.

Pero ¿están haciéndolo todavía bien las marcas y las empresas en lo que a conectar con estos grupos de consumidores toca?

A lo largo de las décadas, hablar con los niños o hablar con los adolescentes estaba marcado por unas normas claras y por unas realidades exactas. En ciertas edades, los mensajes tenían que seguir ciertas pautas y ciertas recomendaciones, porque lo que a los niños o a los adolescentes les interesaba eran ciertas cosas y porque además a ciertas edades se comportaban de ciertas maneras. A eso se sumaba que el camino para llegar a los padres tanto de estos niños como de esos adolescentes pasaba por ciertos puntos exactos.

En los últimos años, hablar con unos y con otros se ha vuelto más y más complicado. Los adolescentes ya no son exactamente como se espera que sean los adolescentes, los niños están dejando los medios de comunicación tradicionales que empleaban de forma recurrente para acceder a los contenidos y los padres tienen cada vez más vías de comunicación abiertas.

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