
Por qué usar la envidia para vender es una estrategia arriesgada
Por Redacción - 6 Junio 2018
Una de las cuestiones tradicionales que emplean las marcas y las empresas para posicionar sus productos y para llegar a los consumidores es la de echar mano del efecto objeto de deseo, del cariz aspiracional que tienen ciertos productos. Algunos productos se han convertido en un elemento que buscamos, que deseamos, porque funcionan como una especie de llave para acceder no a lo que tenemos o a lo que podríamos tener, sino más bien a lo que queremos y a lo que nos gustaría tener. Son productos que asociamos a algo mejor.
No en pocas ocasiones el elemento que se emplea para vender este tipo de productos y para generar este tipo de emociones es la envidia. Se juega con el lo que tienen los demás y lo que tú deberías tener para intentar posicionar el producto y para intentar conectar con los consumidores. Las variantes de estos mensajes son muchas y no hay que esforzarse mucho por intentar recordar algún anuncio en el que el formato de este tipo de mensajes estuviese presente.
Sin embargo, ¿es realmente echar mano de la envidia la mejor manera de posicionar un producto y de conectar con el consumidor? ¿Es el echar mano del tú también deberías tenerlo lo que ayuda a la audiencia a no solo conectar con el producto y a desearlo?
Lo cierto es que los resultados de este tipo de mensajes pueden ser muy buenos - como demuestra el hecho de que se haya convertido en una suerte de recurso clásico en el mundo del marketing - o simplemente muy malos. Este último punto lo acaba de demostrar un estudio de la UBC Sauder School of Business, que concluye que el uso de la envidia como elemento para posicionar un producto puede en ocasiones explotar en las manos a los responsables de marketing y tener un efecto completamente opuesto al esperado. Todo depende del consumidor y todo depende de su autoestima.
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