Periodista especializada en marketing, tecnología y cultura. Como escritora, autora...

Uno de los grandes cambios en los modelos de consumo de los últimos 200 años fueron los grandes almacenes, esas tiendas inmensas, llenas de dependientes uniformados dedicados a entender qué necesitaban sus clientes (y dárselo) y en el que la oferta de productos iba desde las alfombras persas hasta el vestido de fiesta más elegante. Cuando nacieron, no existía nada igual. Los consumidores se quedaron embobados ante la nueva oferta y cambiaron para siempre cómo iban a comprar.

Una de las mejores fuentes para entender cómo se fundaron los grandes almacenes y entender qué los hacía diferentes a sus competidores entonces es una novela decimonónica. Gracias a los autores realistas y naturalistas, contamos con fotografías llenas de detalles de la vida en el siglo XIX y de cómo funcionaba el mundo comercial y de negocios. Entre esas historias, y aunque en realidad ese aspecto no era más que un elemento secundario, se puede trazar cómo se construían marcas y cómo se hundían empresas.

Una de ellas es El paraíso de las damas, de Émile Zola, que literariamente narra la historia de Denise, una pobre chica de provincias que llega a París para trabajar como dependienta, y la de Octave Mouret, el dueño de las emergentes galerías Au Bonheur des Dames. Pero, paralelamente, es la historia de cómo nacieron y se construyeron las galerías comerciales. Zola, como era habitual en él, se pasó horas y días observando cómo se trabajaba en los novedosos grandes almacenes y que era lo que los hacía totalmente diferentes a lo que había hasta ese momento.

Mouret, el protagonista, no es más que una amalgama de todos esos emprendedores que crearon durante el siglo XIX el comercio moderno y revolucionaron cómo se llegaba al consumidor y cómo se le convencía de que comprara. Las tiendas eran, hasta entonces, lugares oscuros, con escaparates escasos que apenas mostraban nada, muy especializadas y con un stock limitado. Los grandes almacenes trajeron los grandes espacios abiertos, la luz, los escaparates vistosos (y el auge del escaparatismo) y las grandes ofertas que empujaban la compra. Los pioneros construyeron los grandes palacios del consumo, cuyos restos aún se pueden seguir hoy en día arquitectónicamente en las grandes ciudades. París está lleno de grandes almacenes que se han convertido en monumentos urbanos, como las Galerías Lafayette, la Samaritaine o Au Printemps, por poner solo un ejemplo de destino icónico.

--- Regístrate o accede como usuario para disfrutar del acceso ilimitado a todos nuestros contenidos ---

Periodista especializada en marketing, tecnología y cultura. Como escritora, autora...
Más Leídos
Continua Leyendo...
Contenidos Patrocinados
ADS
Promocionados