Por Redacción - 30 Septiembre 2015
Encontrar un producto pirata no es nada difícil. Solo hay que pasearse por un mercadillo para encontrar versiones "cuestionables", por así decirlo, de productos conocidos. O, ni siquiera eso, solo hay que abrir el navegador favorito de internet, entrar en un buscador y poner el nombre del producto que queremos. La oferta de versiones ilícitas será de lo más amplia.
Pero ni siquiera es necesario ser proactivo para encontrar los productos piratas. A veces, llegan ya directamente al consumidor, lo están esperando en los anuncios online o en una tienda en internet. Según algunos estudios, de hecho, el 40% de todos los productos que venden las compañías chinas de ecommerce son falsificaciones, una cantidad elevadísima. Los vendedores de productos pirata son además tan hábiles como los de los productos lícitos para hacer llegar a los consumidores sus mercancías y emplean todas las herramientas que tienen a su disposición para hacerlo, desde redes sociales hasta campañas de SEO en fechas especiales de alto consumo.
Los productos pirata no son solo una amenaza para los valores de las marcas a las que están pirateando sino también una pérdida de mucho dinero. Según datos de Euromonitor, entre el 8 y el 15% de todo el comercio mundial está en manos de los productos ilícitos, lo que supone una cantidad tan elevada como todo el dinero que China puede mover en comercio lícito en un año. Además, la piratería no escoge solo a un mercado o a otro, sino que se aplica a todo tipo de productos y a todas las marcas. En 2013, por ejemplo, las aduanas incautaron en todo el mundo 50 millones de unidades de productos de alimentación ilícitos. Si se tiene en cuenta que en la cuenta no están los productos no detectados, se puede ver que la cantidad total en circulación es muy elevada.
Además, el negocio de los productos pirata es cada vez más sofisticado, apuntan en el análisis que Euromonitor le acaba de dedicar a la cuestión, lo que hace que el mercado sea complejo y que genere mucho movimiento. Las falsificaciones no son una cosa residual o una amenaza "tonta" para las marcas. Los altos niveles de impuestos que tienen que soportar los productos lícitos, la disponibilidad de materiales y de ingredientes para construir las copias y la brecha de precio entre unos y otros son las realidades que conforman el marco operativo para los piratas y que juegan a su favor.
Igualmente, a su favor juega el hecho de que existan unos consumidores más que dispuestos a hacerse con estos productos. Pero ¿por qué compran los consumidores esos productos pirata? Como apuntan desde Euromonitor, en el mercado del consumo ilícito también existen variables que marcan las decisiones de compra y también se puede analizar y desglosar.
El precio
Históricamente, esta ha sido la principal razón por la que los consumidores se hacían con productos que llegaban a sus manos de forma irregular y esta es también una de las razones principales por las que los compradores siguen haciéndose con ellos. Como explican en el informe, los consumidores se hacen con productos de contrabando o con falsificaciones porque estas son mucho más baratas que el producto original ofreciendo un producto que es muy similar al que se quiere. Quien haya vivido más o menos cerca de una frontera en las últimas décadas bien lo sabe: ¿por qué compraban los consumidores el tabaco de contrabando que llegaba del otro lado de la frontera? Su precio era más bajo. Lo mismo se puede aplicar a la ropa deportiva que no es exactamente Adidas o Nike, pero lo parece, que se encuentra en un mercadillo. Al consumidor le sale a bajo precio.
Da acceso a marcas premium
Pero detrás de la piratería no está solo la cuestión del precio, apuntan en el informe. El consumidor se hace con estos productos también porque son una llave a marcas y productos que posiblemente estaban fuera de su alcance. "Otro impulsor detrás de las preferencias del consumidor es el acceso a marcas premium o productos aspiracionales que a menudo están fuera del alcance de los consumidores debido a las limitaciones de presupuesto", apuntan. Por ello, los productos de lujo y las conocidas como marca de diseñador son recurrentes entre las falsificaciones. Puede que no todo el mundo pueda pagarse un bolso de Carolina Herrera pero puede que mucha gente lo desee. Lo que queda entre quien puede comprarlo y quien quiere lo cubren los piratas.
Además, en esta área, se da una situación un tanto peliaguda y es que a veces los consumidores no son realmente conscientes (o no quieren serlo) de que están comprando falsificaciones. Los vendedores venden productos falsos como reales a un precio más competitivo, pero los compradores no se están haciendo con una oferta sino con un producto pirata.
La piratería está aceptada
A las cuestiones económicas se suma una cuestión social. Los consumidores se hacen con productos piratas porque entre sus "valores de marca" (si es que se puede aplicar ese término) no hay condicionantes negativos. No se está haciendo nada malo, o eso es lo que la sociedad ha concluido. Los estudios de Euromonitor señalan que, en muchos países, los consumidores no consideran que comprar esos productos sea formar parte de una actividad delictiva y sin embargo sí piensan que se están haciendo con una buena oferta. Comprar productos piratas está completamente aceptado y no es visto como algo malo. El hecho de que las falsificaciones sean fáciles de obtener y el hecho de que en algunos países puedan encontrarse en tiendas físicas reales hacen que la visión de la piratería sea más positiva.
Los consumidores no saben sus efectos
Y además el estudio apunta que los consumidores se hacen con estos productos y les dan propiedades de marca positivas porque algo ha fallado en la educación de los compradores. Estos no son plenamente conscientes del impacto real que tienen las falsificaciones en la economía, señalan. Los ciudadanos quitan importancia al efecto que tiene la venta de productos piratas a la hora de recaudar impuestos y también obvian el hecho de que con su compra pueden estar generando beneficios a grupos criminales. Igualmente, tampoco cuestionan los riesgos que el uso de estos productos puede suponer, por ejemplo, para su salud, ya que olvidan que las falsificaciones no están sometidas ni a controles de calidad ni a las normativas de seguridad impuestas por las autoridades.