
Por Redacción - 2 Mayo 2017
¿Queda alguna marca o empresa que siga creyendo solo en el papel y nada más que en el papel? La cuestión podría parecer tener una respuesta fácil. En este mercado, en el que todo el mundo parece ser internauta y en el que todo el mundo parece estar conectado a la red a través de alguna pantalla, las compañías han comprendido ya el valor de internet y el poder que esta tiene para conectar con los consumidores. Estar fuera de la red parece un suicidio y no usar su potencial para llegar a los potenciales clientes simplemente una oportunidad tirada por la borda.
Sin embargo, en medio de todo este boom de la red y de todo este creciente uso de la misma, sigue habiendo un sector que sigue siendo reticente a internet y que funciona como una especie de resistencia de lo tradicional y de la prensa de papel. Son las marcas de lujo, que siguen siendo sobre todo usuarias de los métodos que empleaban tiempo atrás para conectar con sus potenciales consumidores.
La historia de la relación entre internet y las compañías fabricantes de productos de lujo (especialmente moda) o más bien la historia de su escasa relación se remonta atrás y abarca muchos terrenos.
Durante bastante tiempo, las marcas de lujo eran reticentes a entrar en el comercio electrónico y se resistían a emplearlo como canal de ventas. En cierto modo, partían de la base que internet hacía que fuese mucho más fácil conseguir hacerse con un producto que tenía que ser difícil de conseguir. El lujo juega con lo limitado, con lo escaso, con lo que solo unos pocos pueden tener o aspirar a poseer. Frente a ello, la red juega con lo democrático. Lo que hace internet - y lo que es su esencia - es que cualquiera con una conexión puede acceder a las cosas.
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