Por Redacción - 12 Febrero 2018
Al mercado le encanta ponerle etiquetas a todo y emplear nombres para denominar cada una de las cosas que acaban ocurriendo. Las etiquetas ayudan a que se sepa rápidamente de qué se está hablando y también a que se dinamicen más rápidamente los conceptos. Puede que se hable mucho de una cosa, pero hasta que no se le ponga la etiqueta no se repetirá hasta - posiblemente - el aburrimiento.
Y en la lista de etiquetas y de términos que se han puesto de moda se podría ya a empezar a meter a la industria 4.0 o empresa 4.0, una especie de versión mejorada del 2.0 de hace unos años. El término no es exactamente nuevo y lleva ya unos años rondando en el mercado, pero en los últimos meses está teniendo un momento de boom y de crecimiento. Solo hay que echar un vistazo a Google Trends para ver como en los últimos tiempos las búsquedas relacionadas con el término están creciendo y cómo su presencia por tanto en el discurso business se puede dar por sentado que está también aumentando.
Los analistas hablan de ella como la última revolución industrial y el equivalente moderno a lo que supuso en su momento que apareciese la máquina de vapor. La revolución lo está cambiando todo y está haciendo que no solo la relación de las empresas con los consumidores sino también el modo de producir y vender esté cambiando.
Como apunta algunos expertos en la cuestión, el hecho de que todo lo que nos rodea esté siempre conectado (y que nosotros mismos lo estemos también) ha acabado creando un cambio determinante y decisivo y empujando una nueva revolución industrial y un cambio en el paradigma.
En esta nueva era, ha cambiado el concepto de consumo, se han incorporado nuevas ideas de comunicación y han empezado a ser necesarios nuevos profesionales. El internet de las cosas, el big data, la inteligencia artificial… Todas estas tendencias de moda en los últimos años no son más que caras de esta compleja moneda.
Las empresas y las marcas tienen por tanto que ajustar su filosofía y su estructura para adecuarse a un nuevo formato de trabajo y a un nuevo modo de venta.
Un estudio de hace unos años de PwC sobre la cuestión concluía que el 70% de las empresas de todo el mundo esperaba estar en un nivel de digitalización avanzado en 2020, lo que aumentará el peso de la industria 4.0 en el total global. Los responsables de las empresas esperan que este cambio les permita aumentar los ingresos derivados de su producción al tiempo que les posibilitará reducir costes. La industria 4.0 no debe confundirse con la automatización del trabajo (que sería en realidad el cambio anterior) sino más bien con la conversión del entorno en algo smart. Todo, desde la producción a los modelos de negocio y la relación con el consumidor, se digitaliza.
Las empresas tendrán que ser capaces de jugar en nuevas ligas: como apuntaban por su parte en un análisis de Siemens, los consumidores querrán "productos de alta calidad y personalizados, con un tiempo de producción menor" lo que obligará a las empresas a tener más en cuenta de lo que lo hacen ahora a las nuevas tecnologías. Las empresas tendrán que ser más flexibles, más rápidas y estar mucho más orientadas a lo que sus consumidores quieren.
Todo ello obligará no solo a replantearse lo que están haciendo las compañías sino también a asumir nuevos perfiles profesionales. Un estudio de hace un par de meses de Michael Page señalaba, por ejemplo, que habían crecido las ofertas de empleo relacionadas con la industria 4.0 en España en un 50% en el primer semestre de 2017, el último del que se tienen datos. Expertos en robots colaborativos, en cloud, en social o en inteligencia artificial protagonizaban las búsquedas de talento.