
La nueva guerra en marketing en el supermercado: los retailers ya no hacen todo lo que las marcas les dicen
Por Redacción - 24 Febrero 2020
En la guerra por hacerse con la mayor parte posible del mercado y por situarse de un modo más llamativo para los consumidores, para las empresas de alimentación es crucial el espacio que ocupan en los supermercados. Es la guerra del lineal, el batallar por ocupar las posiciones más destacadas y aquellas a las que el consumidor acabará prestando más atención. Estar en los espacios más visuales, como las cabeceras de los lineales o aquellos puntos en los que acaba parando la vista del consumidor, resulta clave para acabar dando el salto al carro de la compra.
Y, por ello, el supermercado y sus lineales han sido piezas fundamentales de la estrategia de marketing de las empresas de alimentación y bebidas durante mucho, mucho tiempo. Han trabajado tener una posición destacada y han buscado ser los players más fuertes en las estanterías. Su lucha implicaba posicionarse mejor que lo que lo hacían los demás productos y las demás marcas de la industria.
Sin embargo, las cosas han ido cambiando en los últimos años. Las marcas ya no tienen que competir solo con otras marcas, sino también con las decisiones de los propios supermercados. No se trata solo de que estos hayan comprendido el potencial de las marcas blancas y su tirón (que también, las marcas blancas son cada vez más visibles y más deseables) sino que además las decisiones de los supermercados en su lucha por ser competitivos han empezado a ir a veces en contra de las propias necesidades de las marcas.
No hay más que pensar, por ejemplo, en cómo la decisión de Mercadona hace unos años de reducir el inventario afectó a las marcas. Para ser más competitivo y maximizar sus cifras de ventas, Mercadona redujo las marcas presentes en sus estanterías a aquellas que realmente les resultaban rentables.
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