Por Redacción - 3 Marzo 2020
Los productos de higiene femenina se han convertido en los protagonistas de las noticias en los últimos días, gracias a diferentes cambios en normativas que están cambiarán cómo se consumen.
Escocia acaba de hacer historia convirtiéndose en la primera región del mundo en el que estos productos serán gratuitos. El Parlamento escocés acaba de aprobar un plan que creará una infraestructura de espacios, desde farmacias a centros comunitarios, en los que las mujeres podrán acceder gratis a productos como compresas y tampones.
El coste anual de la medida, como señala Reuters, estarán en los 24,1 millones de libras esterlinas y, como señalaba en el debate que acompañó a la promulgación de la medida la impulsora de la ley, Monica Lennon, mostrará "cuán en serio se toma el parlamento la igualdad de género". Otra de las parlamentarias se preguntaba cómo podía ser que en 2020 el papel higiénico se viese como una necesidad y los productos de higiene menstrual no.
Escocia ya daba acceso desde 2018 a estos productos sin coste en entornos como escuelas. Con la medida, amplía la cobertura a todas las personas que menstrúan en la región, luchando así contra la pobreza menstrual (un problema serio que afecta a mujeres en todo el mundo, incluidos en los países "ricos") y eliminando lo que, como evidencia la normativa, es una penalización contra las mujeres por algo que no es más que un proceso natural.
De forma paralela a la nueva normativa escocesa, en España se ha sabido que en los acuerdos de gobierno ha entrado el bajar el IVA con el que se grava a estos productos de higiene. El IVA del tabaco o de las apuestas subirá, mientras el de compresas o tampones bajará. Estos productos, que ahora están tasados con un IVA del 10%, pasarán a estarlo con uno del 4%, como otros productos de primera necesidad. Canarias había eliminado el impuesto ya en 2017, haciendo que esos productos no estuviesen gravados con ningún impuesto.
En Europa, sin embargo y a pesar de la ola de cambio, todavía son muchos los países los que imponen cargas impositivas muy elevadas sobre los productos de higiene femenina. En algunos, se pagan por ellos más impuestos que los que se pueden pagar por comprar una cerveza.
Los paquetes de medidas y las campañas de concienciación sobre esta situación han vuelto a poner sobre la mesa el problema de la llamada tasa rosa.
La tasa rosa no es un impuesto, pero casi se podría decir que funciona como tal. No solo algunos productos de consumo destinados a las mujeres tienen costes más elevados que los que están destinados a la población en general (y los productos de higiene son un gran ejemplo), sino que además en aquellos productos que llegan a todos los consumidores pero que tienen ediciones segregadas por géneros las mujeres pagan más.
En el primer caso, se trata de un ejemplo más del peso de la historia y de las percepciones de género (los hombres han sido quienes tradicionalmente han ocupado el poder legislativo y no han comprendido que productos como compresas y tampones no son un lujo, sino algo de primera necesidad). En el segundo, es un truco de marketing para vender más y que los productos salgan más rentables.
Al fin y al cabo, la separación de ciertos productos en términos de género es algo que está muy vinculado con cómo se vieron las cosas en las últimas décadas y cómo se posicionó el negocio. Los productos de cosmética e higiene, como geles y champús, estaban menos segregados por género a principios de los 90. Las empresas se dieron cuenta de que podían vender más si creaban opciones para mujeres y para hombres y se lanzaron a cambiar el mercado (y es algo contra lo que se posiciona ahora el boom de los productos gender neutral).
Algo similar ocurrió, por ejemplo, con los juguetes. En los años 40, los marketeros se dieron cuenta de que las familias con más poder adquisitivo gastaban más si los juguetes eran distintos para niños y para niñas, con lo que se lanzaron a la conquista. Hasta entonces, los juguetes se vendían simplemente como tales. El golpe final llegó en los años 80, cuando se codificaron los juguetes por colores y por áreas porque así los consumidores los encontraban más rápido.
El impacto de la separación por géneros llega en todas partes y en todo tipo de productos. No solo tiene el efecto de crear la idea de que existen "productos para mujeres" y "productos para hombres", sino que además ha conseguido hacer que las mujeres paguen más por las cosas que compran. La tasa rosa existe porque logra vender el mismo producto (en esencia) a un precio más elevado. Lo único que cambia es el packaging y que, posiblemente, hayan metido en el diseño el color rosa (de ahí el nombre de la tasa).
Un estudio de Facua señalaba hace unos años que las maquinillas eran hasta un 171% más caras cuando se vendían como maquinillas de depilar para mujeres que cuando lo hacían como maquinillas de afeitar para hombres, aunque el producto era el mismo y lo único que cambiaba era el packaging y el nombre.
Otro elaborado por la ciudad de Nueva York en 2015 concluía que las mujeres pagan durante toda su vida más por las cosas simplemente por comprar "productos para mujeres". En general, los productos son un 7% más caros que los productos "para hombres", llegando en algunos nichos a ser un 42% más caros. Según datos de Idealo, las mujeres pagan de media entre un 8 y un 24% más por los productos que compran. Pasa en perfumes o relojes, pero también en zapatos, por ejemplo.