Por Redacción - 21 Abril 2022
Primer día sin mascarillas en una localidad de mediano tamaño del noroeste peninsular, una que vale como ejemplo para entender cómo las empresas y las marcas tendrán que ser compresivas con sus clientes en el paso a la nueva etapa en lo que a su uso se refiere. Las mascarillas son, a partir de ahora, solo obligatorias en contadas situaciones.
En el interior del transporte público, en espacios con población vulnerable y en lugares sanitarios, los ciudadanos tendrán que seguir usándola. Fuera de ellos, las cosas quedan a su voluntad y a cómo se sientan más cómodos y seguros. Lo que demuestra un primer día de uso voluntario es que todavía hay quien seguirá apostando por ella y las empresas tendrán que navegar estas situaciones.
En la primera mañana sin mascarillas, la cosa cambia si se pasea por la calle, se entra en un gimnasio o se hacen un par de compras en un supermercado. En la calle, donde las mascarillas ya no se usaban de forma obligatoria el día anterior, sigue habiendo gente que las lleva, como había también 24 horas antes.
En el gimnasio, donde las mascarillas no siempre resultaban cómodas para hacer ejercicio físico, el uso es más bien minoritario. En la clase de pilates, una parte de las participantes sí ha llegado con ella. De ellas, unas pocas la mantendrán y otras más bien se mantienen un tanto a la espera de ver cuál es la tendencia general. Se la acabarán quitando.
Nada que ver con lo que ocurre en un supermercado, en el que se mantiene - aunque no en una zona muy visible al entrar - un aviso recomendando el uso de la mascarilla. Todo el personal lleva mascarilla y, una vez que una señora sale, también todos los clientes. Es un 100% abrumador.
En la primera tarde sin mascarillas, las cosas no cambian mucho. En las calles, están menos presentes. En el interior de las tiendas, lo raro es no llevarla. En otro supermercado, se repite ese patrón de todos con mascarilla. En una pequeña librería, una señora se la pone antes de entrar, como se hacía con la normativa previa.
El patrón no es tan sorprendente, porque los datos dejan claro que a pesar de la fatiga que empezaban a causar las mascarillas los españoles no están tan dispuestos a deshacerse por completo de ella. Según datos de la Encuesta Europea sobre FOGO (miedo a salir de casa) elaborada por Free Now, a uno de cada 4 españoles les causa estrés dejar de usar la mascarilla. En cierto modo, esto va en línea con las sensaciones generales previas.
El miedo al coronavirus, por mucho que la pandemia se haya convertido en una noticia menos de apertura, no ha desaparecido del todo. El estudio de Free Now apunta que más del 60% de los españoles admite haber cancelado algún plan debido a la ansiedad por socialización en algún momento de la pandemia y que el 11% reconoce hacerlo de forma regular.
Todo esto ocurre a pesar de que el 76% de los españoles está deseoso de recuperar el tiempo perdido por culpa del covid, frente a la media del 62% europea.
Por ello, las empresas deben tener muy presente que la normativa no implica que sus consumidores hayan perdido por completo todos los miedos. Deben ser comprensivos con la situación, no forzar las cosas y, sobre todo, crear entornos y ambientes en los que todos sus consumidores, incluidos aquellos que siguen siendo aprensivos ante la enfermedad, se sientan cómodos.
Al final, no es más que una vertiente más de la importancia de las experiencias y de la personalización ante los consumidores. Las compañías deben escucharlos y adaptarse a ellos.