Por Redacción - 21 Junio 2022
La inflación ha creado un nuevo contexto en el que se deben mover marcas y consumidores. Los precios se han disparado, especialmente en elementos básicos del día a día, lo que ha hecho que resulte mucho más visible.
Por supuesto, todo esto tiene un impacto directo sobre los consumidores. Un estudio reciente apuntaba que los españoles ya reconocen que la inflación empieza a preocuparles. Pero, además, esta situación empuja, en general, a modificar las cosas. Para los compradores las cosas cambian y ya están empezando ya a tomar decisiones diferentes en consumo y patrones de comportamiento para intentar sobrevivir a la nueva realidad en la que tendrán que moverse.
De hecho, los analistas empiezan a hablar ya de "psicología inflacionaria", como apunta un análisis publicado en Phys. Esto es, desde el punto de vista de la psicología de consumo hay que tener presente que está activándose un nuevo patrón de comportamiento. Es uno, además, que en cuanto se activa y se adueña de la mente de los consumidores cuesta luego desactivar.
Lo que define a la psicología inflacionaria es, justamente, la situación económica. Como explican en el análisis, es el momento en el que los consumidores, que esperan que los precios suban en el futuro inmediato, cambian cómo se comportan en consumo a corto plazo. Algunos consumidores están más dispuestos a gastar ahora porque temen que los precios se disparen en el futuro inmediato. Es un comprar ahora para no pagarlo muy caro pasado mañana.
A eso se suma que las propias empresas también intentan subir sueldos en lo inmediato, por el temor de sus trabajadores a la inflación, lo que crea un ciclo de retroalimentación. "Como en todo en la economía, te enfrentas a un sistema realmente complejo", asegura Rory Smead, profesor asociado de filosofía en la universidad Northeastern, y responsable del análisis.
Además, los análisis sobre psicología inflacionaria y las predicciones de patrones de consumo - y cambios - deben tener presente que las cosas han cambiado en cómo se accede a la información frente a lo que podría haber sido una inflación hace 20 o 50 años.
Las redes sociales y el bombardeo constante de noticias han expuesto a los consumidores a muchísima más información que nunca, lo que ha llevado a que se "generalicen expectativas inflacionarias". Puede que los consumidores no vean de forma directa la subida de precios, pero en redes sociales alguien lo estará contando. Se asume así que eso está pasando y se espera que eso ocurra, lo que lleva a que se tomen decisiones de consumo diferentes.
En cierto modo, añadimos, podemos pensar en cómo se han ido creando pánicos de consumo en los últimos años. El contagio ha sido masivo y casi global (solo hay que pensar en la fiebre del papel higiénico durante el inicio de la pandemia), alentado por todo lo que en internet se hablaba sobre el tema. Las fotos sobre pasillos vacíos de aceite de girasol empezaron, por poner otro ejemplo más reciente, en redes sociales.
A la información que nos rodea, y volviendo al análisis de Phys, hay que sumar la propia situación. Cuanto más acomodado sea el consumidor, menos le afectará la inflación. Será una molestia, pero no algo que destroce por completo la vida.
Igualmente, también cambian los marcadores que hacen que se note la inflación. Puede que el cambio sea mayor en otras áreas, pero el consumidor lo sentirá en aquello pequeño que compra todos los días. Notas más que ha subido el precio de la leche o del café que de un producto que compraste seis meses atrás- Es por eso también que este tipo de productos son los que protagonizan más los comportamientos de compra acaparadores.