Por Redacción - 25 Mayo 2021
"¿Se acaba de meter una raya de coca?", preguntaba alguien en la cena austera - normas de aforo y de mascarillas del mundo covid de por medio - en la que estaba el sábado. Estábamos viendo la final de Eurovisión - como el 90% de España, o eso parecía en Twitter - y la cámara acababa de enfocar a la delegación italiana en medio de las votaciones. Nos reímos de lo absurdo y de lo que parecía que habíamos visto mal, pero lo cierto es que no habíamos sido, ni de lejos, las únicas personas que lo habían visualizado.
Pocos minutos después, era material de memes, comentarios virales, humor mordaz en redes sociales y todo lo habitual que suele pasar en Twitter con los eventos noticiosos y las curiosidades. Cuando la gala había terminado e Italia se había proclamado vencedora del festival, si el cantante de su grupo había o no había esnifado en directo para toda Europa era uno de los temas que aparecían en las conversaciones.
Todo siguió en Twitter durante horas y más horas, bien adentrado el domingo, mientras el nombre de pila del cantante - viral también por otras razones - se convirtió en trending topic. Al parecer, en el universo tuitero francés hasta se pedía su descualificación (y que su cantante se convirtiese así en la ganadora).
La lógica dice que es poco probable y él mismo ha salido al paso ya varias veces explicando primero que no consumía drogas y después que lo que se ve en imágenes es su reacción tras romperse un vaso. La organización del concurso ha hecho comunicados y ha confirmado la existencia de restos de vidrio. El propio cantante se ha ofrecido incluso voluntario a pasar un test de drogas.
Para lo que nos importa, y para lo que esta anécdota viral de Eurovisión puede aportar en términos de reputación online, no es ni siquiera relevante. Lo interesante de esta historia para los marketeros y para quienes necesitan comprender cómo funciona internet y cómo las historias se asientan en cuestión de segundos ahora mismo es la velocidad a la que se propaga la historia.
Por supuesto, eso sí, y si se aceptan las explicaciones del protagonista de la historia, también se puede analizar todo esto para comprender cómo funcionan las alucinaciones colectivas y cómo internet las apuntala, confirmando lo que creemos haber visto aunque no haya pasado.
La trama italiana se posicionó también como uno de esos temas recurrentes en las conversaciones de WhatsApp. En una de en las que estaba una participante comentó algo que había leído en Twitter: era un comentario de alguien que apuntaba cómo nos dejamos llevar por los prejuicios. Si el protagonista del gesto hubiese sido el cantante de Suiza, decía, es poco probable que se hubiese llegado a la conclusión de que estaba consumiendo drogas en directo o que se hubiese escalado el escándalo de una manera tan desproporcionada. Uno, se podía concluir, parece un "buen chico" y el otro no.
Toda esta cuestión de los sesgos y de cómo cubren lo que vemos, completando la información que recibimos, es una lección muy importante que las empresas deben tener muy en cuenta. Puede que cuando se les pregunta directamente a los internautas estos digan que son ecuánimes y que ven las cosas de manera lo más equilibrada posible.
Sin embargo, esto no es cierto. Todos tenemos sesgos, que hemos incorporado de una o de otra manera y de los que somos más o menos conscientes, pero que afectan a cómo percibimos la información que recibimos.
No es la única idea que los marketeros deben sacar de esta historia: lo especialmente interesante es la velocidad a la que esta historia se compartió, se multiplicó y se hizo parte de la conversación colectiva. Tanto, de hecho, que en la propia rueda de prensa con los ganadores - y como acabó subido rápidamente a Twitter para consumo de todos gracias a los trending topics y los temas del momento - una de las preguntas fue ya directamente si había o no esnifado cocaína en las pantallas de media Europa.
Los tiempos fueron mínimos. La historia circuló tan rápido y se había convertido en cuestión de minutos en uno de los grandes temas del momento. Ni el grupo ni la organización del concurso, que obviamente estaban a otra cosa, pudieron hacer mucho ante lo que estaba ocurriendo.
Esto es, posiblemente ni se dieron cuenta de cómo el escándalo les estaba estallando entre las manos, pero aunque hubiesen querido hacer control de daños en tiempo real lo más probable es que no hubiesen podido.