Directora global de marca de Preply

En el actual contexto de "infoxicación", en el que somos bombardeados por una avalancha constante de información, destacar como marca se ha convertido en uno de los grandes retos para la supervivencia de las empresas. El primer mito que debemos derribar para “hacernos un nombre” es el pensamiento de que podemos construir una marca influyente con una estrategia de marketing. La realidad es que el desarrollo de este valioso intangible va mucho más allá de acciones puntuales, aunque estén respaldadas por grandes presupuestos. La construcción de una marca debe estar fundamentada en los valores de la empresa, y desde ahí, buscar lo que la conecta con las aspiraciones y deseos de las personas.

En nuestro caso, durante el proceso de rebranding que llevamos a cabo en los últimos meses detectamos que un 30% de las personas de todas las edades tenían como objetivo aprender un nuevo idioma. A partir de ahí, buscamos entre nuestros valores los que coincidían mejor con esta ambición, como nuestro compromiso con el aprendizaje a lo largo de la vida. El impacto no es inmediato, ni transaccional, sino que va mucho más allá porque lo que queremos es ser la primera marca que viene a la mente de las personas cuando deciden aprender un idioma.

La estrategia común de lanzar periódicamente campañas de marketing con ofertas especiales o descuentos tiene un alcance limitado y puede poner en un brete el compromiso de los consumidores que, como efecto indeseado, pueden desconfiar en la política de precios de la empresa. De hecho, está demostrado que esta agresiva práctica crea una “mala costumbre” en el cliente, que solo querrá comprar cuando haya descuentos. Se trata de un enfoque 100% comercial y en el que establecer una conexión real con los clientes es prácticamente imposible, porque solo apelamos a su bolsillo. Alejando el foco del elemento precio y acercándolo a otros de más valor añadido como a la experiencia de usuario o la innovación del producto o servicio, sí podemos establecer una conversación más auténtica con el cliente, llegar a conocerle y, sobre todo, ¡que le entren ganas de conocernos!

En la vorágine actual, muchas empresas creen que incorporar inteligencia artificial es la solución para alcanzar sus objetivos. Sin embargo, no deberíamos considerar cualquier tendencia sin antes evaluar si realmente se alinea con nuestra visión. Si nuestra diferenciación es el elemento humano, por ejemplo, no resulta coherente que toda nuestra comunicación dependa de un chatbot, por muy inteligente que sea.

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