La próxima gran franquicia de películas - o de series - podría estar protagonizada por los Funko. Los muñecos son populares y conocidos y podrían protagonizar un movimiento "a lo Lego" para posicionarse todavía más visibles.
La idea no es exactamente nueva. Warner Bros. Animation lleva trabajando en la idea de un largometraje desde 2019, pero ahora podría convertirse en una serie para alguna plataforma de streaming. "Cuando miras a algunos de los contenidos de Disney+, como The Mandalorian y esos grandes programas bandera del streaming, creo que estaríamos contentos con tanto una película como un show de streaming", confiesa a Variety el CEO de Funko, Andrew Perlmutter.
Lo interesante no es tanto qué prefieren como qué es lo que esto dice del mercado. El directivo reconoce al medio estadounidense que existe un "abrumador" deseo de "la gente de participar en la propiedad intelectual de Funko". En resumidas cuentas, los funkos mueven dinero y por eso hay quienes quieren participar en el reparto de la tarta. Porque, con su apariencia encantadora, los funkos se han ido convirtiendo progresivamente en un imperio, uno que mueve grandes cantidades de dinero.
De hecho, Funko es una compañía cotizada, “la mayor propietaria de licencias del mundo”, según explican en su web oficial, que luego convierten en toda clase de productos vinculados a la “cultura popular”.
En sus últimos resultados financieros, publicados el pasado mes de mayo y vinculados al primer trimestre del año, las ventas de sus productos crecieron en un 63% interanual y sus ingresos netos en un 31%. Solo en Europa, las ventas escalaron en un 43,2% y, como la compañía explica en su comunicado, la demanda de los fans de sus productos se mantuvo de forma sostenida, con unas “fuertes ventas”. “Estamos muy contentos con los resultados del primer trimestre”, aseguraba entonces Perlmutter. En 2021 habían cruzado el umbral de los 1.000 millones de dólares de ingresos, un año por delante de las propias previsiones de la compañía.
El éxito de Funko se explica porque, aunque en términos comparativos de facturación son todavía una empresa pequeña en el mercado de los juguetes en comparación con gigantes como Mattel o Hasbro, en términos de influencia cultural son de las más importantes compañías del mercado, como recuerdan en un análisis en Forbes. El éxito – para una película o para la estrella que la protagoniza, por ejemplo – está en que hagan un funko del personaje. Incluso, nada más deseable que una de esas figuritas vinculadas a aquello que interesa: la escritora Jane Austen tuvo la suya en una edición limitada que ahora mismo es imposible de comprar en tiendas. Es un objeto de deseo.
De hecho, una parte crucial que explica el éxito de la compañía está en justamente eso: sus productos pueden parecer juguetes, pero lo que venden es algo destinado a un público diferente. “No somos una empresa de juguetes, somos una compañía de cultura popular”, le explica Perlmutter a la revista económica. Sus muñecos son algo que buscan los adultos y, sobre todo, que buscan los fans de aquello que ha sido funkeizado. No quieres un producto de Funko, quieres el que es de aquello que amas. La compañía conecta así con el mercado fan y convierte a sus productos en un elemento más de expresión de ese entusiasmo. Por eso es por lo que funcionan tan bien.
Lo hacen además en un entorno en el que no existe competencia. Figuritas existen muchas – hasta Jane Austen tiene las suyas – pero lo que venden no es una figura sino una muy concreta, venden un funko, con una identidad muy clara y que la competencia no puede copiar. Son muñecos cabezones y “adorables”, con esa estética “cute” que se ha convertido en un elemento tan inicios del siglo XXI y que les ha funcionado muy bien. Esa adorabilidad juega en su favor, pero también lo hace un cierto toque de nostalgia.
Todas sus figuras son parecidas – misma cabeza desproporcionada, mismos ojos gigantescos y mismo tamaño – pero todas son al mismo tiempo diferentes, llegando a una comunidad de fans absolutamente distinta.
Comprarlas las compran entusiastas de los propios muñecos, que los coleccionan, pero también, y muy importante, compradores ocasionales que van a por el funko de aquello que les interesa. En eso está una parte importante de su éxito. Funko ha creado una potente comunidad – y una global: en su cuenta oficial de YouTube están visitando a fans por el mundo, en España fueron a Albacete – de entusiastas de sus productos, pero también han conseguido ser reconocidos por el mainstream.
Incluso, parte de su atractivo está en que hay funkos de cosas muy populares, pero también de cosas más de nicho – pero siempre rentables – que llegan a comunidades de entusiastas específicas. “Nos enorgullece el hecho de que podemos popificar cualquier cosa”, reconocía hace unos años a la prensa estadounidense su director creativo, Sean Wilkinson. “Nuestra identidad de marca es ser capaces de decir que tenemos algo para prácticamente todo el mundo”, apuntaba en el mismo artículo la vicepresidenta de licensing y desarrollo de negocio de la compañía, Dolly Ahluwalia.