La digitalización en determinados sectores como el comercio minorista, la industria, la construcción o el transporte no es una realidad. La mayoría de estos empleados no trabajan delante de un ordenador, por lo que la digitalización no parece preocuparles. Sin embargo, se ha demostrado que los equipos conectados y que disfrutan de una buena comunicación interna obtienen mejores resultados y se involucran más en torno a un proyecto común.
Ante este problema, aparecen dos perfiles de directivos: el que imagina la digitalización como algo inaccesible para sus empleados y el que quiere digitalizar su empresa, pero no ve la comunicación interna como una prioridad. ¿Están estos directivos alejados de la realidad?
Este tipo de directivo está convencido de que la digitalización no es para su empresa. En primer lugar, porque es caro y, en segundo lugar, porque piensa, erróneamente, que los empleados no serán capaces de dar el giro digital culpando a la falta de formación, de tiempo, a la falta de necesidad o, lo que es peor, a la falta de competencia.
La primera razón para no digitalizarse suele ser presupuestaria: el 46,2% de las pymes alega no tener presupuesto para realizar los cambios necesarios (estudio Sortlist 2020). Cuando se decide transformar una empresa, siempre surgen costes inevitables, eso es innegable. Pero también hay costes asociados a no hacerlo: 9.055 euros es el coste de un empleado desvinculado por no tener a su disposición las herramientas adecuadas (Fuente Edelman Digital). O el 85% de los empleados pierde de 1 a 2 horas de productividad a la semana buscando información (Fuente Dynamic Signal). Optar por la digitalización es avanzar hacia más fidelidad, más compromiso y, por tanto, más productividad.
El directivo desconectado es también el que no percibe (todavía) todo el potencial de sus empleados. En general, cuando se trata de digitalizar sus servicios, las empresas tienden a subestimarse a sí mismas y a sus empleados. El estudio Sortlist 2020 muestra que casi el 10% de las empresas encuestadas sienten que carecen de las habilidades necesarias para fortalecer su digitalización.
Sin embargo, es un poco iluso pensar que los empleados desconectados no son competentes. De hecho, la mayoría de ellos cuentan con un smartphone personal y, en el ámbito privado, forman parte de comunidades digitales en diversas redes sociales donde se expresan y participan. En el mundo empresarial, también existen grupos paralelos de Facebook o WhatsApp en los que los empleados intercambian información sobre su trabajo o mantienen conversaciones más lúdicas. Por lo tanto, los empleados están dispuestos a modernizarse y a hacerse con nuevas herramientas que les faciliten su vida diaria.
Por lo tanto, la transición a lo digital no debe ser un temor para la dirección. Debe verse como una oportunidad para que la empresa y sus empleados evolucionen. Significa salir de la zona de confort y aceptar modernizar la empresa de cara al bienestar de los empleados y la buena marcha del negocio.
El otro perfil de directivo es el que quiere digitalizar su empresa para potenciar su rendimiento pero que no entiende el papel que la comunicación interna puede desempeñar.
La actual crisis sanitaria ha demostrado que la comunicación interna ya no es una opción, sino una necesidad. ¿Cómo se puede gestionar una empresa cuando todos los empleados están divididos entre el teletrabajo, la distancia, las rutas o las oficinas? Y si además no hay una herramienta de comunicación interna que pueda llegar a todos al mismo tiempo y con el mismo nivel de información, es casi imposible. La comunicación interna contribuirá a promover los intercambios entre los departamentos y los empleados, a mantener los vínculos, a garantizar un flujo de información fluido, a transmitir los valores de la empresa, a fomentar el intercambio de información y, por último, a desarrollar el trabajo en equipo.
Una comunicación interna deficiente o inexistente puede tener efectos a largo plazo en el compromiso y la lealtad de los empleados. También tendrá un impacto negativo en su productividad, ya que el malestar se hará cada vez más patente. La mala comunicación interna genera una pérdida para las empresas de 9.100 euros al año (encuesta patrocinada por Mitel). Al cambiar el enfoque de la comunicación interna para tener en cuenta las necesidades de los empleados, estos se sentirán escuchados y valorados. La calidad de vida en el trabajo mejorará y los equipos serán mucho más productivos. El absentismo y la rotación de personal se reducirán considerablemente. La satisfacción del cliente también se verá afectada positivamente.
La digitalización de la comunicación interna es un paso esencial en la transformación digital de las empresas. Ante una situación excepcional como la actual, pero también porque el directivo tiene obligaciones para con sus empleados, y una de ellas es mantener la buena salud de su comunicación interna.