A nadie se le escapa la importancia que adquieren las redes sociales en la visibilidad de cualquier político que se precie. Ellos, cómo no, quieren mostrarse más cercanos que nunca y por eso recurren a las redes sociales, ese universo digital donde la gente charla animadamente, opina de lo divino y de lo humano; ese ágora en el que uno expresa sin pudor sentimientos, anhelos o deseos.
También, tengámoslo en cuenta, un espacio destinado a influir en las ideas de los ciudadanos, llámense también votantes. Una buena estrategia de marketing personal pasa inevitablemente por la presencia del político en Facebook y Twitter. Algunos dirigentes, incluso, desean dejar constancia de sus opiniones y críticas de una manera más formal y se atreven con un blog. En todos estos casos, y a fin de evitar el ridículo o (no sé si peor) pasar desapercibidos, conviene contar con la participación de un profesional de la comunicación. Ojo, no solo me refiero al “clásico” amigo o militante de partido que sabe cómo se sube un video al muro o se vincula una noticia al “tuit”.
Es preciso apoyarse en un gestor de redes sociales especializado en política, alguien capaz de trabajar para que los mensajes sean sencillos, precisos, claros e interesantes (que ya es muchísimo). Y todo ello sin que el protagonista pierda el contacto con la red. O sea, ¡que no te suplanten, por favor, que se nota mucho! Ah, y cuidado con trabajar con un periodista de la “antigua escuela”, esos que, habituados a redactar notas de prensa, trasladan esa misma técnica al ámbito de las redes sociales, como si de un fax se tratara.
He aquí algunas de las claves para no fracasar en el mundo político digital.
Y como corolario de todo lo anterior: pregúntate si tienes algo que decir. Si no es así, cierra tu aplicación y vuelve cuando la respuesta sea positiva.