Por Redacción - 20 Octubre 2015
El domingo por la tarde las redes sociales se llenaron de mensajes de pésame, palabras de homenaje a la figura de Miliki y condolencias varias por la muerte del payaso, como siempre que fallece un personaje famoso. Solo que Miliki llevaba ya tres años muerto, como cualquiera podría comprobar con una rápida búsqueda en Google.
Al parecer un lector despistado encontró la noticia del fallecimiento del artista en el periódico EL País y pensó que era actual. La publicó en su muro de Facebook, y de ahí saltó, de muro en muro, hasta hacer que esa fuese una de las noticias más leídas del portal. Por supuesto, muchas personas comentaron que Miliki hacía ya tiempo que había muerto, pero no es tan fácil parar un contenido viral: siguió propagándose durante todo el día de ayer.
Este es solo un claro ejemplo, de muchos que podríamos escoger, de que la mayoría de la gente no comprueba lo que comparte en las redes sociales. Y en muchas ocasiones, nisiquiera lo lee. Para descubrirlo, basta con dar un paseo por nuestras propias redes sociales.
¿Cuántas veces has encontrado encendidas polémicas comentando una noticia que en realidad decía exactamente lo contrario de lo que le estaban criticando? Un ejemplo muy claro fue un contenido, rápidamente viral, que un empleado de Google brasileño compartió hace unos meses: criticaba una foto de un andén en la que se veía una foto de dos chicas abrazándose y un señor pisando la línea amarilla. Si leías el principio parecía que atacaba lo primero, pero si continuabas hasta el final, criticaba lo segundo. Se compartió hasta la saciedad, pero los comentarios que lo acompañaban mostraba que la mayor parte de la gente no había completado la lectura, incluso si muchos comentarios solo decían (y en mayúsculas): LEE HASTA EL FINAL. Daba igual, todos comentaban antes de haber terminado la lectura.
Los bulos, los hoax o simplemente los contenidos falsos (intencional o involuntariamente) se expanden por las redes sociales con la facilidad con la que un pez nada en el agua. Y no es de extrañar si tenemos en cuenta que el 35% de los jóvenes considera más importante que un contenido sea entretenido que riguroso para compartirlo.
Pero en la mayoría de los casos el problema radica esencialmente es que se comparten contenidos que no es que no se hayan verificado, sino que ni siquiera se han acabado de leer.
Los usuarios no leen más allá del 60% de los artículos
Un estudio de Josh Schwartz sobre datos de Chartbeat indica que la mayoría de los consumidores leen poco más de la mitad de los artículos, y un 10% no lee más allá de la parte visible del mismo.
Pero eso no impida que se compartan en las redes sociales: de hecho, en muchas ocasiones, las publicaciones llegan a tener más "shares" que "clics". Otra investigación de Dan Zarella puso en entredicho la relación entre número de tuits y eficacia del mensaje, demostrando, precisamente, que el 14% de los tuits retuiteados tenían 0 clics o que el 16% poseían más retuits que clics. Es decir, no es que no se haya leído en profundidad lo que se comparte, es que no se ha ido más allá del titular.