Por Redacción - 2 Febrero 2017
Posiblemente, todo el mundo se ha cruzado en alguna red social con alguno de estos personajes. Se les podría llamar bufones digitales, que es quizás una extensión de la figura del "cuñado", ese mítico personaje de las comidas de Navidad, pero aplicada a las redes sociales. Quizás se podría decir también que son, simplemente, personas con cierto afán de protagonismo y que por tanto viven para el engagement de sus receptores. Todo el mundo ha tenido algún que otro contacto así en Facebook, todo el mundo se ha enfrentado a alguien así en Twitter con sus peticiones de retuit pl., muchos se han cruzado con este tipo de personalidades en LinkedIn con sus mensajes de grupo en los que no se ha pedido estar o sus mensajes enviados no bien se ha aceptado la amistad y, sin duda, todo el mundo se ha cruzado con alguien así en Whatsapp.
Porque lo cierto es que, aunque en un primer momento este tipo de personalidades se encontraban sobre todo en los entornos más personales de comunicación y formaban parte, por tanto, de esos amigos que compartían cosas en entornos más distendidos, los bufones digitales han dado el salto también a los formatos de comunicación que se asocian a los entornos más profesionales o que han nacido con ese fin. El bufón digital es el que comparte ilustraciones dignas de un PowerPoint de esos que circulaban vía mail en el pasado en LinkedIn porque le parece gracioso y también quien ha acabado tomando los grupos de Whatsapp, y no solo los personales.
Whatsapp puede ser una gran herramienta y una con un elevado potencial para conectar con otras personas. Sus usos en la vida personal han quedado claramente demostrados y están claramente integrados, pero lo cierto es que la red social se podría usar en muchos otros escenarios y en otros muchos terrenos. Las marcas tienen aún que descubrir cómo integrarla en sus comunicaciones y cómo usarla para conectar con sus potenciales consumidores, más allá del ocasional servicio de atención al cliente que algunas pymes están empezando a crear.
Pero Whatsapp no solo tiene aplicaciones para las marcas. También puede servir para entrar en contacto con aquellos que están interesados en los mismos temas que uno, para conectar con expertos en ciertos temas y cuestiones o para crear comunidades. En realidad, todo está por explorar y por descubrir y sus aplicaciones pueden ser muy elevadas. Quienes están probando a ver qué pueden sacar de la red social, lo están haciendo usando los grupos con fines profesionales o de expertos. Es decir, están creando grupos ligados a una materia o a una actividad, para que así puedan funcionar como punto de encuentro o de discusión sobre la cuestión.
La idea es buena y su potencial es muy elevado, pero también en realidad ha acabado cayendo víctima también de los bufones digitales.
Quienes se han sumado a estos grupos suelen contar los mismos testimonios de euforia, emoción y desencanto. Primero, descubren con alegría que este grupo existe o son añadidos al mismo para hablar de un tema concreto en el que muestran mucho interés. Después, comienzan las interacciones y la actividad (un clásico, en estos escenarios, en el que se alterna el boom de actividad de los comienzos con la cierta tranquilidad posterior). Mientras todo esto pasa, se van añadiendo usuarios y más usuarios.
Al principio, las interacciones son tímidas, ya que la gente aún no se siente del todo cómoda. Y, por supuesto, las menciones son completamente "dentro del tema". En el grupo se habla de lo que el grupo implica. Pero, en algún momento, esto cambia: aparece un bufón digital y se lanza a hablar, directamente, de lo que le parece.
Y lo que le parece suele ser compartir algún meme, foto, vídeo o cualquier cosa por el estilo que le parece gracioso. Por supuesto, nadie se atreve a ser el borde que le recuerda que ese es un grupo profesional o sobre un tema concreto. Ha marcado la pauta: a partir de entonces el grupo sufrirá de vez en cuando sus supuestos temas divertidos y sus memés, fotos, vídeos o lo que sea que quiera compartir. El resto del grupo acabará por ignorarlo, lo que a la larga llevará directamente a silenciar el contenido que llega desde esa vía. El grupo ha dejado de ser relevante.
Y así, por culpa de la actividad de los bufones digitales, lo que podría convertirse en una herramienta con muchísimo potencial y en un escenario para conectar con otros expertos, se acaba convirtiendo simplemente en una nueva fuente de contenido irrelevante.