Por Redacción - 20 Junio 2017
Una de las víctimas del escándalo YouTube, el boicot que las grandes marcas lanzaron contra la red de vídeos cuando descubrieron que sus anuncios aparecían al lado de contenidos extremistas y racistas, fueron los propios youtubers. Los youtubers aparecían desde un primer momento en todas las listas de potenciales daños colaterales del escándalo y de las medidas que Google estaba tomando para frenarlo.
Por un lado, estos usuarios fueron los que pagaron el pato de la caída de ingresos publicitarios. Si las marcas y las empresas no compran publicidad en la plataforma, ellos, que viven de los ingresos de esos anuncios, son quienes se ven atacados directamente en su línea de flotación. Por otro lado, las medidas que Google puso para contentar a las marcas (haciendo que la barrera de entrada al programa de publicidad fuese más elevada) hizo todavía más complicado lograr rendimientos. Para un creador que está empezando o para uno con una audiencia muy de nicho, las nuevas exigencias de visionados pueden complicar mucho las cosas.
Y, por tanto, no sorprende descubrir que los youtubers ya han empezado a quejarse de una reducción en sus ingresos publicitarios. En los últimos tiempos, han perdido anuncios y han perdido los ingresos asociados a ellos. Algún youtuber ya lo ha anunciado públicamente y ya ha mostrado claramente que esto está pasando (y que obviamente no están conformes con ello). Los estudios han puesto cifras a esta realidad.
Ciertamente, la compañía tenía que tomar medidas contra los contenidos que las empresas y las marcas denunciaban, como tuvo que tomar medidas en el pasado contra otro tipo de contenidos cuestionables, como los piratas. Pero estas medidas no pueden afectar a justos por pecadores y, sobre todo, no pueden afectar a lo que al final es la esencia de lo que te está haciendo triunfar. Porque, al final, YouTube sin sus youtubers no sería realmente nada.
Han sido los usuarios que han subido vídeos a la plataforma y los que lo han hecho de una forma recurrente y después profesional los que han creado las audiencias y los que han fidelizado a los usuarios de la plataforma. El peso que han tenido en el éxito de la misma está bastante claro cuando se piensa en lo que la competencia de YouTube está haciendo: Facebook ha intentado en varias ocasiones robar a esos creadores y atraerlos a la red social, para hacer que sus contenidos se publiquen ahí y no en YouTube.
Y, además, es importante tener en cuenta que YouTube no tiene un recambio real en el que asentarse. Por ahora no ha logrado capturar a los espectadores que están acudiendo en masa a otros servicios. O, como apuntan en FastCompany, el salón les está resultando todavía esquivo. Amazon, Netflix, HBO y plataformas similares son quienes están capturando a esas audiencias y quienes están haciéndose con los contenidos de mayor duración. YouTube no es algo que veas en la tele, sino algo que ves en el ordenador o el móvil y asociado a cierto tipo de contenidos. Los movimientos por potenciar otro tipo de comportamientos no han logrado, por ahora, que YouTube sea algo más que lo que ha sido siempre.
A eso se suma que otros contenidos que son fuertes en YouTube, como es el caso de la música (800 millones de personas en todo el mundo lo usan para escuchar sus canciones favoritas, según una estimación de la industria de la música) están creando otro nuevo foco de problemas (la industria no está nada conforme con el dinero que sacan de ello).
Por lo tanto, los youtubers siguen siendo su armada, su peso fuerte, y dañarlos no parece la estrategia más adecuada para mantenerlos en funcionamiento.