Por Redacción - 11 Junio 2018
Cuando hace ya unos años arrancaron las redes sociales, muchos fueron los usuarios que se entregaron con pasión a ellas y muchas eran las cosas que entonces se hacían de forma recurrente y que ahora nos parecen menos atractivas o hasta carentes de sentido. Era la época en la que se tenía, por ejemplo, un acuario en el propio perfil en Facebook, que se iba alimentando, o era el momento de la fiebre de los juegos sociales, en los que todo el mundo se pasaba mucho tiempo en PetSociety.
Los hábitos y los gustos fueron cambiando y lo que hacemos en redes sociales ha dejado de ser exactamente eso, pero a pesar de todo se había creado una especie de pauta inherente, de elemento básico, sobre lo que suponía estar en los social media. Las redes sociales eran el espacio en el que hablábamos de nosotros y en el que conectábamos con aquellos que nos eran próximos. Puede que con más apertura o con menos, de una forma más idealizada o menos, pero en las redes sociales el protagonista era el yo. Era un entorno personal para relaciones personales.
Estos vínculos eran la esencia de lo social y eran también lo que hacía que las redes resultasen tan atractivas para las empresas y para las marcas. Los consumidores eran ellos mismos (más o menos) en las redes sociales, lo que les permitía conocerlos mucho mejor y acceder a muchísimos más datos sobre cómo eran y qué querían.
Al mismo tiempo, entrar en este tipo de conversaciones hacía que la relación entre las empresas y sus consumidores fuese mucho más estrecha, porque de pronto la marca y sus productos estaban en el mismo entorno en el que se hablaba con los amigos.
Para las redes sociales, su esencia, lo que vendían al mundo que estaban haciendo, (y no hay más que pensar en cómo ha estado diciéndolo una y otra vez Mark Zuckerberg, el fundador y CEO de Facebook), era el que trabajaban por un mundo conectado.
Pero las cosas están cambiando. Las redes sociales están perdiendo ese tirón de herramienta para un mundo conectado y están dejando de ser ese escenario en el que se cuentan tantas cosas personales, para convertirse en un entorno en el que cada vez somos más conscientes de nuestras limitaciones y sobre todo de las de ellos.
Y este cambio es mucho más profundo que simplemente el dejar de alimentar el acuario que se tenía en la página personal de hace ya unos cuantos años. Es una modificación que ataca a la propia esencia de lo que son las redes sociales.
Los usuarios están compartiendo muchos menos datos personales ahora que en el pasado, como acaba de demostrar un análisis que ha hecho The Atlantic entre los hábitos de sus lectores en lo que a redes sociales se refiere. Según sus conclusiones, los consumidores están cada vez más preocupados por lo que ocurre en las redes sociales y por lo que pasará con la información que comparten. Un 78,8% señaló que estaba muy o algo preocupado por la privacidad de su información en redes sociales.
Un 82,2% reconocía que se autocensuraba a la hora de compartir información en las redes sociales. Los datos son además bastante generales en este punto, como apunta al hilo un experto. Los grupos demográficos de más edad son los que suelen reconocer que se autocensuran, pero aunque los más jóvenes no lo digan también lo están haciendo. ¿Y por qué limitamos lo que decimos en redes sociales? La clave está en que empezamos a preocuparnos por la privacidad real que tendrá ese mensaje.
Entre todas las redes sociales, Facebook es - volviendo a los datos de The Atlantic - la que despierta menos confianza. Un 57,9% señala que más bien desconfían o desconfían por completo de lo que hace la red social.
Otros datos de otros estudios también muestran que en los últimos tiempos estamos, directamente, compartiendo menos. Las actualizaciones de estado en Facebook han caído en los últimos tiempos.
Los encuestados no creen que la clave esté en lo que ha ocurrido con Cambridge Analytica. Solo un 25,6% reconoce que fue este escándalo el que ha hecho que cambie cómo actúan en redes sociales. El resto señala que no liga su cambio de comportamiento a lo que ocurrió con Facebook y la polémica compañía.
Y, en cierto modo, se puede comprender su punto y hasta no ponerlo en duda. Al fin y al cabo, el proceso de cuesta abajo en el que se encuentran las redes sociales en lo que a confianza y privacidad se refiere empezó ya hace mucho más tiempo. A los consumidores les cuesta mucho confiar en ellas y lo cierto es que los datos no sorprenden.