Por Redacción - 6 Mayo 2022
Una animación de la ilustradora Rocío Quillahuaman muestra a las dos últimas personas en el país que aún no tienen un podcast. “Es inadmisible que no tengáis un podcast todavía”, dice su anfitrión, mientras los tiene atados al fondo, decidido a castigarlos por semejante transgresión. La ilustradora ironiza con una de las tendencias de estos dos últimos años. A medida que los podcasts se iban haciendo más relevantes – y a medida que todo el mundo estaba más tiempo encerrado en su casa por culpa de la pandemia – todo el mundo estaba abriéndose su propio podcast.
Lo más probable es que ni la mitad de esos podcasts que florecieron como setas en los últimos años se mantengan como algo relevante y con público en los próximos. Pero el ejemplo de los podcasts es perfecto para comprender lo que ocurre cuando un contenido se pone de moda y, sobre todo, cuando se posiciona como eso que ayudará a reforzar la imagen de marca, ya sea corporativa o personal.
De pronto, crece como la espuma y está por todas partes. Es como si todo el mundo estuviese en su casa haciendo ese formato de moda y lanzándolo como la última gran carta de presentación de sus habilidades y sus capacidades. Ocurre con los podcasts, ocurrió hace no tanto cuando Clubhouse tuvo su efímero momento de gloria (y todo el mundo estaba abriéndose sesiones) y puede que vaya a pasar ahora – o en el más cercano mañana – con las newsletters en LinkedIn.
Fuera de LinkedIn las newsletters ya se han convertido en uno de esos nuevos musts de la marca personal. Las marcas llevan usándolas desde hace décadas y el email marketing es una de las piezas básicas de su estrategia de marketing digital. No es nada nuevo para ellas y a nadie sorprende ya el ‘apúntante a nuestro boletín’ que todas proclaman. Para la marca personal, su esplendor es más reciente.
Para venderse como experto en alguna materia, había que crear en algún momento la propia newsletter y enviarla como un constante recordatorio del propio expertise. En el mundo de los medios, por ejemplo, en los últimos años parecía que sí querías crearte una cierta imagen, necesitabas una newsletter, por mucho que fuera un trabajo extra y que quienes logran sacarle réditos sean solo unos pocos y en mercados como el estadounidense.
Eso sí, estas newsletters de personal branding solían ser recomendadas en los feeds de redes sociales o incluidas como reclamo en las páginas personales. Ahora, sin embargo, todo es un poco más invasivo vía invitaciones de LinkedIn.
LinkedIn permite desde hace algún tiempo crear newsletters dentro de la plataforma y enviarlas a quienes se han dado de alta en el servicio. La idea es una de tantas para hacer la plataforma atractiva para la imagen de marca personal y corporativa. Quienes se hayan suscrito, estarán interesados en ese mensaje.
De entrada, no habría ningún problema. La cuestión, sin embargo, es que todo usuario y su vecino están haciendo ya su propia newsletter experta en LinkedIn y enviando invitaciones a todos sus contactos para que se suscriban. No pasa semana sin que reciba una o dos invitaciones a boletines en LinkedIn, boletines que casi nunca me interesan y a los que en la mayoría de las ocasiones me invitan personas con las que tengo escasa o ninguna relación.
Las newsletters de LinkedIn se convierten así en un elemento más de spam de marca, personal o de empresa, que fatiga y satura. Parece que, como con los podcasts en la animación de Rocío Quillahuaman, solo quedan un par de personas en España que no han empezado su propio boletín en la red social. ¿Se avecina una burbuja de newsletters en LinkedIn que hará que pierdan por completo su valor?