Por Redacción - 22 Octubre 2018
Puede que los colores parezcan una de esas cosas invariables, uno de esos elementos que están siempre presentes y que no van a cambiar con el paso del tiempo, porque, al fin y al cabo, ¿qué razones podrían tener para hacerlo? ¿Acaso las cosas no siguen siendo siempre del mismo color?
En realidad, los colores son un medidor muy eficiente para comprobar cómo cambian las sociedades y cómo cambian los consumidores. Las modas y las tendencias que encumbran colores y tiran otros dejan claro cómo cambian los patrones de consumo y cómo algunas cosas empiezan a ser vistas de un modo diferente.
Por ejemplo, en un momento del siglo XIX y en otro del XVIII, estuvo muy de moda el color puce, que se podría traducir como pulga, una especie de marrón, que pronto pasó de moda. Igualmente, las ideas que se asocian a los colores también varían. Uno de los ejemplos recurrentes es lo que asociamos al rosa y al azul, hoy colores de niña y de niño según la tradición. En realidad, a principios del siglo XX, el rosa era el color masculino y el azul el femenino.
Los colores muestran por tanto patrones sociales y patrones de consumo y ayudan a comprender qué se espera y qué se quiere. Y, por ello, los últimos calores que Pantone está incorporando a su lista de colores estandarizados no son solo un añadido más en términos de color, sino, como explican en FastCompany, un signo de los tiempos.
Los nuevos colores que Pantone incorpora son los que han llamado Metallic Shimmers y vienen a ser básicamente brillantes metálicos. Son un rango de 200 colores y tonos de diferente tipo y pelaje que encajan en ese concepto de brillar y ser metálicos y que están pensados como guía para el diseño de productos actuales.
Y ¿de dónde vienen estos colores y qué es lo que los inspira? La clave está en la tecnología. Este tipo de colores y sus características están muy marcados por lo que ocurre en la electrónica de consumo y por los colores que están ahí incentivando el consumo. "Tomo a la electrónica de consumo como un influencer", explica Laurie Pressman, vicepresidenta en el Pantone Color Institute, "porque ves que la gente empieza a ver a sus productos electrónicos como accesorios".
Un iPhone de un color metálico o unos auriculares con otro color fuerte y brillante son ya recurrentes y son ya guías de lo que los consumidores quieren. Pressman señala que años atrás la moda era la que funcionaba como elemento clave para los colores. Ahora "muchas más cosas influyen en la dirección del color".
Por eso, aunque estos nuevos colores brillantes y metálicos tienen a la industria de la electrónica de consumo como objetivo principal y están pensados para que ellos puedan tener más claro y más estandarizado qué colores usar, los nuevos colores tienen un impacto mucho más amplio y mucho más transversal.
En realidad, son tonos que cualquier compañía que haga productos de consumo puede emplear porque la influencia de la tecnología y de sus características ha hecho que este tipo de colores hayan entrado en el consumo y en las expectativas de los consumidores. El rosa brillante del iPhone se puede buscar por parte del consumidor desde en un tono de pintauñas hasta en un mueble o en cualquier otro producto de decoración.
Esto demuestra cómo están cambiando los referentes de los consumidores y también cómo están empezando a construirse nudos de influencia en las pautas de consumo y en lo que se empieza a ver como un objeto de deseo. El peso social de la tecnología está consiguiendo que esta marque mucho más allá lo que hacemos y cómo lo hacemos, pero también lo que queremos y cómo lo queremos.