Por Redacción - 13 Julio 2020
Una de las reglas que se podría decir que son de oro en el mundo de los contenidos audiovisuales es el de las ventanas de comercialización. Es también uno de los elementos que se asocian al mercado audiovisual pre-streaming y que ha generado el punto de choque más grande entre los nuevos jugadores, como Netflix, y los gigantes tradicionales del cine.
¿Qué implica este modelo? La idea es limitar los estrenos. Las grandes películas con ambiciones comerciales se estrenan en el cine y se quedan unos meses en salas. Luego pasan por otro circuito de ventanas de emisión hasta que llegan a los formatos en abierto. Hace décadas todo esto implicaba bien a gusto dos años.
Ahora todo fluye más rápido y las grandes plataformas de streaming llevan años trabajando para eliminarlo. Al fin y al cabo, a plataformas como Netflix no les interesa lanzar una película en cines (que necesitan para poder participar en los grandes premios y como elemento de branding) si luego no se la puede ofrecer a sus clientes en sus casas de un modo inmediato.
La guerra por el modelo y la presión de unos y otros se ha mantenido durante años, pero al final podría ser que acabase siendo la crisis del coronavirus la que dinamitase el modelo tradicional e impusiese el que las plataformas de streaming apoyan.
La crisis y las medidas de confinamiento han obligado a cerrar los cines durante meses y han empujado a las grandes del cine a replantearse cómo hacer las cosas. Algunos grandes estrenos han sido empujados a nuevas fechas en el calendario (le ocurrió a la película de Mulán, de Disney). Otros han saltado directamente a las plataformas de streaming vinculadas (Hamilton con Disney+) sin pasar por cines y otras han usado vías intermedias. Algunas de las empresas del mundo del cine han estado estrenando en streaming películas que son realmente de pantalla de cine, como una alternativa para poder seguir accediendo a esos estrenos.
Hollywood fue el gran pionero y ya en marzo estaba llevando al streaming algunos de sus estrenos de esas fechas, con precios por encima de lo que es habitual pagar en alquiler y más cercano al precio del cine real. Emma, Trolls o El hombre invisible salieron así a pago por visión en EEUU y Canadá. En Europa también se pusieron en marcha plataformas parecidas. En España, Sala Virtual de Cine ha ido estrenando diferentes películas. Detrás está Acontracorriente, pero las salas de cine independientes están vinculadas a la plataforma.
Las iniciativas fueron muy exitosas, tanto que podrían haber supuesto el empujón final hacia un nuevo modelo. Las grandes productoras de cine saltaron a este modelo porque era un esto o nada, pero podrían haber descubierto que los consumidores son muy receptivos (lo que podría crear un problema serio para las cadenas de cines).
A finales de abril, Universal ya reconocía que se estaba planteando el modelo como algo con continuidad para el futuro. Las cifras de los estrenos para streaming de las semanas previas le habían demostrado que el modelo era muy rentable. La película de los trolls, Trolls World Tour, había hecho más taquilla con el streaming de la prevista e incluso superó a lo que había hecho en cines la película de la que era secuela.
Y ahora un estudio estadounidense ha dejado claro que los consumidores jóvenes están muy abiertos a la idea. Más de 6 de cada 10 consumidores de 18 a 34 años estarían dispuestos a pagar por una película en streaming aunque se acabase de estrenar en el cine (esto es, están muy abiertos al modelo de cine en casa, aunque esa película esté en taquilla en ese momento). La cifra es muy inferior cuando se analiza a los consumidores de más de 35 años, lo que podría mostrar un cambio cultural marcado por un cambio generacional.
Además, no solo están abiertos a pagar por ver en casa un estreno del cine, sino que están abiertos a un rango de precios muy amplio. Un 67% aceptaría 15 dólares, un 65% 25 y un 57% (sorprendentemente) 50 dólares. Quizás se vean estas horquillas de precios como positivas porque en casa se puede compartir el precio de la entrada.
Pero sea como sea y estén dispuestos a pagar lo que estén dispuestos a pagar, los datos dejan claro que los consumidores más jóvenes quieren más flexibilidad en los estrenos y, sobre todo, poder acceder a esos contenidos dónde y cuándo quieren.