Por Redacción - 4 Febrero 2021
"Andorra y más Andorra, parece que no hay más temas que los youtubers de Andorra", me comentaba hace un par de días una internauta millennial, mientras repasaba los trending topics del momento en Twitter. Los "youtubers de Andorra" se han convertido en una categoría en sí mismos y en un hecho noticioso que lleva retroalimentándose semanas, desde que ElRubius anunció en Twitch sus planes para mudarse al país de los Pirineos y despertó una oleada de comentarios críticos.
Desde entonces, el debate se ha dividido entre si youtubers a Andorra sí o no - aunque en justicia habría que recordar que los youtubers no son los primeros en mudarse al país para eludir pagar impuestos - pero también sobre qué ocurre con los impuestos y cuánto se paga. En las últimas semanas, los movimientos de los youtubers se han convertido en material de análisis y de recurrente base para memes. Uno de los más recientes ha venido vinculado, justamente, a que uno de ellos reclamase algo para lo que al final se necesita pagar impuestos.
Pero más allá de lo que supone que los youtubers se hayan ido a Andorra, la serpiente de verano noticiosa que ha implicado - por mucho que estemos en medio del invierno - sirve para hacer más lecturas. La crisis andorrana se puede emplear como base para comprender mejor qué está ocurriendo en términos de choque generacional y, por extensión, de medios e incluso qué ha ocurrido en los últimos años en reputación y confianza en las organizaciones.
Por su parte, Andorra se ha convertido en el daño colateral en todo este entramado de noticias y análisis. El país, que dejó de ser un paraíso fiscal hace unos años y que depende, por su propia naturaleza, de su relación con los países vecinos (le ha pasado con las vacunas del coronavirus), había conseguido crearse una cierta imagen de lugar tranquilo y bucólico que atraía a un cierto nicho de público que le interesaba como residente (elevadas fortunas que buscan pagar menos impuestos).
Los youtubers lo están presentando como un "paraíso youtuber", lo que ha generado un pico de interés, cierto, entre sus seguidores, pero esto también ha hecho que hayan aumentado los artículos que muestran la cara B del país pirenaico.
Un sistema sanitario inalcanzable para ciertos habitantes, un control policial absoluto y una ausencia de derechos de los trabajadores hubiesen sido tema noticioso en otro momento y un problema reputacional para la imagen de Andorra en el pasado, pero nadie estaba realmente prestando atención a qué ocurría allí. Ahora, se han convertido en el hilo de crónicas, como la que publicaba hace poco El Confidencial. Si la bola de nieve sigue creciendo, el principado tendrá que hacer un trabajo de relaciones públicas para recuperar su imagen previa.
Volviendo a lo que se puede aprender de todo lo que está ocurriendo, la crisis de los youtubers andorranos es una muestra también de un cierto choque generacional.
Estos días, no es complicado cruzarse con tuits de profesores de instituto que hablan de cómo están abordando el tema en sus clases y cómo sus alumnos adolescentes muestran opiniones que les sorprenden y totalmente contrarias a lo que ellos creen (suele ser un choque entre apoyar o no a los youtubers en su decisión de marcharse a Andorra). Los youtubers se han convertido en prescriptores, en voces muy escuchadas entre un público joven que no siguen los medios y las fuentes de información que las generaciones de más edad siguen.
La cuestión no es solo, de hecho, en términos de edad, sino también de medios. Los debates están mostrando una fractura entre los medios tradicionales y los nuevos medios, de los que posiblemente toda la saga de intervenciones vinculadas al programa Cuatro al día es uno de los ejemplos prácticos.
En general, los youtubers están acusando a los medios tradicionales de estar dando una visión sesgada de sus historias y también de no ser una parte neutral, ya que reciben ayudas y campañas de publicidad institucional. Los youtubers que participaron en el caso concreto de ese programa - y que no pertenecen al colectivo andorrano - criticaron las ayudas que las televisiones privadas para argumentar su visión crítica de los medios tradicionales, algo que el presentador rechazó como inválido (aunque después pidió perdón y admitió que lo que habían señalado era cierto).
Más allá de todo esto, la crisis también está demostrando que hay un cierto problema en comprender cómo funcionan los sistemas públicos y los estados en Europa.
Muchos hilos en Twitter se preguntaban si los youtubers en cuestión no tendrían ningún enfermo crónico en su familia o no lo serían ellos mismos para comprender a qué nivel es importante la sanidad pública. Pero lo cierto es que no se debería depender de necesitar o no al máximo un servicio público para comprender cómo funcionan los impuestos y para qué sirven. "Si lo que estos chicos dicen sobre los impuestos es solo que pagan demasiado, no es la mejor pedagogía", le decía a El País la subdirectora de inspección territorial de Hacienda, Azucena Hórreo.
Explicar para qué sirven los impuestos se escapa de lo que es un análisis sobre reputación e imagen pública, pero todo este caso de los youtubers andorranos demuestra que ha aumentado la desconfianza hacia las administraciones públicas - algo que los estudios de Edelman de reputación han ido señalando en los últimos años - pero también que las organizaciones del estado no están haciendo nada bien su trabajo a la hora de transmitir qué hacen y para qué sirven.
Los impuestos tienen un serio problema de imagen de marca. Obviamente, no son "cool" y Hacienda es seguramente el organismo del estado - o uno de ellos - con la peor imagen pública (que sus cartas generen pánico no ayuda). Quizás de todo esto deberían sacar que necesitan renovar su imagen de marca y hacer un trabajo para que la población sepa de verdad qué ocurre con su dinero, de dónde salen sus impuestos y hacia dónde van.