Si no se compra habitualmente el periódico, hacerlo un día de forma aleatoria supondrá llevarse una sorpresa. Por un lado, la cantidad de hojas será, posiblemente, inferior a las que se esperaban. Por otro, el precio sorprenderá por lo alto. Hace mucho tiempo que el periódico ya no cuesta un euro.
El coste dependerá de cada cabecera. La edición de este martes de El País, por ejemplo, estaba en 1,80 euros, lo mismo que costaba la de El Mundo. La Vanguardia o El Correo salían a 1,70 el número, La Voz de Galicia a 1,30 y El Heraldo de Aragón a 1,60. El número del recién creado El Periódico de España ya estaba a 2 euros. Estos eran los precios de un día laborable, porque los números de fin de semana de los medios suelen cotizarse a otros precios.
Los datos del último estudio de Eurostat sobre los precios de la cultura apuntan que las tarifas de productos como la entrada de los museos han escalado. También lo han hecho los precios de los periódicos, que han escalado de forma importante. Lo cierto es que la subida del precio de los periódicos no es algo exactamente novedoso. En el período comprendido entre 2016 y 2021, el precio medio de los periódicos subió en un 4% de media por año, siendo el producto cultural con una mayor escalada.
De hecho, su precio crecía 2,4 puntos porcentuales por encima de la media de subida de los productos culturales. En esos años, no nos enfrentábamos a la escalada inflacionaria de estos últimos meses. En 2021, la subida fue ligeramente inferior, quedándose entre 3,5 y 4%, pero siguió siendo la más alta de la industria cultural medida.
En España, la media de subida de los precios culturales entre 2016 y 2021 fue del 1,4%, pero el de periódicos y revistas se situó en el 2,3%. En 2021, la media del 3% fue, eso sí, superior a la de la prensa, que se quedó en un 2,3%.
La prensa de papel se ha ido enfrentando en las últimas décadas a una caída en los lectores, pero también en los anunciantes. De hecho, los estudios han demostrado que no ha sido el cambio de paradigma marcado por la digitalización lo que ha dañado la posición de la prensa de papel. El problema es mucho más complejo.
La crisis de 2008 les asestó un golpe fatal – aunque sus problemas venían de antes – y el optar por reducir plantillas y eliminar secciones y delegaciones no ha ayudado a mantener la imagen de sus periódicos. Para hacer medios de calidad, al final, se necesita a periodistas: su pérdida hizo que el producto perdiese calidad y desencantase a los lectores, creando una situación problemática de las que les costará recuperarse. A eso se suma la brecha demográfica de quién lee todavía las noticias de papel.
Y como elemento siempre presente está la cuestión de la publicidad: la prensa de papel dependía demasiado de sus anunciantes para ser rentable y cuando estos cortaron el grifo se quedó en una situación ultraprecaria. La precaria distribución y el excesivo partidarismo complicaron aún más las cosas.
Los últimos años han añadido más complicaciones. Los primeros meses de la crisis del coronavirus – la primera etapa, en 2020 – llevó a la prensa de papel a perder unos 300 millones de euros, una sangría que ya no se podían permitir. En un análisis de abril de Statista se lee que la pandemia ha sido un golpe de muerte para los medios de papel y que "la tasa de penetración de los periódicos en España registró un nuevo mínimo histórico en 2021 y lo mismo ocurrió en el caso de las revistas y los suplementos". Hasta El País, ejemplifican, perdió en un año 13.000 ejemplares en sus cifras de ventas en quiosco. Su difusión media es ahora, según las cuentas de Statista, de 79.622 ejemplares.
Ahora, la escalada de precios hace que los consumidores piensen más qué compran – y los periódicos ya han dejado de ser hace mucho tiempo algo que se ve de primera necesidad – y también les ha afectado de forma directa – la crisis del papel está marcando a la industria editorial, pero cabe pensar que también a la de los medios impresos. De hecho, la crisis no es solo de los periódicos: las revistas de papel cerraban 2021 en una situación muy precaria, con EREs en las principales editoriales de revistas de España, retroceso en la publicidad y pérdida de lectores.