Por Redacción - 7 Abril 2015
Cuando hace unos meses se empezó a hablar de los productos de Google para niños, una de las primeras cuestiones que se sacaron al tapete fue la de cómo Google podría o no aprovechar este soporte para hacer publicidad para un público especialmente sensible.
La compañía fue explicando tanto cuando aún estaba ante un trabajo previo como cuando definitivamente desveló lo que había hecho (YouTube Kids, una versión de la popular red de vídeos especial para el público más joven) que lo que les había impulsado a crear este producto había sido por un lado la demanda de los padres (que querían un entorno controlado para sus hijos) y por otra la propia realidad de uso del producto (los niños ya estaban usando YouTube a pesar de que por edad no entraban dentro de lo que las condiciones de uso permitían). YouTube Kids iba a ser un entorno controlado, con acceso limitado y que protegería a los niños de los contenidos no apropiados.
Google se hacía así con una franja de consumidores compleja. Los niños están protegidos por múltiples leyes que regulan desde lo que se puede o no emitir para ellos (e intenta reducir los mensajes de según qué productos y qué ideas) hasta cómo hay que venderles (puesto que son consumidores de entrada más crédulos y con menos discernimiento). Ofrecerles un servicio hace que las empresas que lo hacen tengan que ser doblemente cuidadosas. Pero, por otra parte, son un público muy atractivo, con cada vez mayor poder como decisores de compra y a un nivel que va mucho más allá de los productos pensados para ellos. Conseguir llegar a los niños puede ser un buen golpe para las marcas.
¿Qué iba a hacer Google para proteger a estos consumidores? Y, sobre todo, ¿cómo iba a sacar ventaja de los datos y de la base de usuarios que estaba creando? Eso era lo que se preguntaban las asociaciones de consumidores que, poco después del lanzamiento de YouTube Kids, ya se han lanzado a la carga contra el producto.
Las quejas llegan desde Estados Unidos, pero al fin y al cabo ese es el único mercado en el que el producto está ahora disponible. Las acusaciones apuntan a que los mensajes y anuncios que están sirviendo a los niños no son adecuados para ellos.
Anuncios que no pasarían el filtro de la tele
Una queja presentada ante la Federal Trade Commission, el regulador del mercado estadounidense, acusa a YouTube Kids de albergar contenido creado por marcas y dirigido a los niños que no cumplen con las normas reguladoras en lo que a comunicación empresarial infantil se refiere. Entre las marcas que han sido acusadas de crear esos contenidos están, como publica The Washington Post, McDonald"s, Fisher Price o American Greetings.
Uno de los ejemplos es un vídeo de siete minutos de McDonald"s en el que se desmontan los mitos asociados a los McNuggets y otro en el que se destacan los valores del BigMac frente a los productos vegetarianos (nunca se conseguirá el mismo sabor con una hamburguesa de soja, dice una voz en off). Las normativas impiden anunciar productos de alimentación a los niños y sobre todo hacer recomendaciones sobre cualidades nutritivas de unos frente a otros. En definitiva, no se puede decir que una cosa es más sana o más rica.
Además del tipo de mensajes que los niños reciben, las asociaciones detrás de la queja también consideran que la app expone a los niños a una elevada cantidad de anuncios. Los contenidos de los ejemplos anteriores son servidos a los niños como contenido publicitario (y como tal están etiquetados) pero los expertos dudan que estos consumidores sean capaces de captar las diferencias entre el contenido que es publicidad y el que es información.
Los anuncios no son los únicos elementos asociados a marcas que reciben los niños en YouTube Kids. Además de los canales educativos o de contenido infantil, también permite el acceso a canales asociados a marcas y productos en los que estas publican sus propios contenidos (lo que no es más que un ejemplo de marketing de contenidos). Esto hace que en realidad los niños estén rodeados todo el tiempo de mensajes comerciales.
"Este es el más hipercomercializado medio para niños que he visto jamás", explica a Los Angeles Times Dale Kunkel, un profesor de la Universidad de Arizona que ha ayudado a crear el borrador de la queja ante la FTC. "Los niños no entienden el propósito de persuasión de los anuncios", añade.
Google ya ha señalado a los medios estadounidenses que todo feedback es bienvenido a la hora de construir su producto (que es, al fin y al cabo, la típica declaración que suelen emitir las grandes compañías en temas similares), pero la queja ante la FTC podría tener un impacto mucho más amplio que simplemente esto.
Las asociaciones que la han presentado se han centrado en el ejemplo concreto de Google pero han hecho que los medios se lancen a analizar de una forma mucho más amplia lo que está ocurriendo con los niños en internet. Mientras medios como la televisión tienen normas estrictas sobre lo que pueden y lo que no pueden hacer, esto no sucede con la red, donde no existen realmente herramientas tan concretas que marquen lo que se puede y lo que no se puede hacer a la hora de llegar a un público tan sensible como el infantil.