Por Redacción - 7 Junio 2018

Cuando internet estaba empezando y se estaba construyendo el imperio publicitario asociado, los anuncios se vendían partiendo de un elemento clave que - como defendían entonces los diferentes jugadores del mercado - hacían que funcionasen mucho mejor que la publicidad tradicional que habíamos conocido hasta ahora.

Los anuncios no eran genéricos, sino que estaban basados en lo que rodeaba al texto. Las palabras clave del texto en el que los anuncios estaban insertados eran la esencia de lo que nos estaban mostrando como publicidad, lo que hacía que los anuncios fuesen mucho más relevantes. Los anuncios de viajes, por ejemplo, se mostraban en aquellos artículos que estaban relacionados con el tema, demostrando por tanto que estabas pensando en viajar y que eso te iba a interesar.

Pero la publicidad contextual de pronto - a pesar de su sofistificación y de todo lo que había cambiado - se quedó más o menos obsoleta porque había llegado una nueva arma al mundo de los medios y al mundo de la publicidad. Los gigantes online habían descubierto la personalización y con ella lograban ser todavía más relevantes y todavía más adecuados a lo que los consumidores querían y buscaban.

Al fin y al cabo, los anuncios no se basaban en las palabras clave de aquellos artículos que estabas leyendo, sino que partían de lo que a ti como consumidor realmente te interesaba. La experiencia era más única que nunca, más diferente de lo que jamás había sido. Los anuncios se adecuaban a ti e iban cambiando según tus hábitos y tus intereses. Parecía un modelo win-win para todas las partes, aunque los usuarios acabaron hartándose de ser perseguidos por ciertos mensajes cuando estaban navegando. Fue - no olvidemos - el comienzo de la pesadilla del retargeting.

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