El fraude digital es una de las principales lacras que afecta al ecosistema de la publicidad digital. ¿Qué hacer ante esta amenaza? Pienso que el sector ha de realizar firmes y sólidos acuerdos, como gruesos muros de contención, con compañías especializadas en la protección contra el fraude digital para poder controlarlo y minimizar al máximo su incidencia en el sector. Entre otras cosas, porque el fraude presenta un multiforme rostro que abarca desde los sitios web fantasma -páginas cuyo tráfico de audiencia es promovido por bots controlados por ciberestafadores que mimetizan el comportamiento humano en internet-, hasta la superposición de anuncios que generan clics inútiles a los anunciantes, pasando por páginas web con dominios que falsean a otros propios de grandes marcas (domain spoofing).
Sin embargo, de todas las amenazas arriba señaladas, diría que la más perjudicial y letal es cuando el fraude es realizado por bots con la supervisión humana. Me refiero en concreto al SIVT -tráfico inválido sofisticado, por sus siglas en inglés, y en el que los bots actúan como si fueran usuarios legítimos-. Para combatirlo, lo más adecuado es contar con un proveedor tecnológico especializado. Hay muchos. Pero la cuestión exige garantías. El líder mundial de protección contra el fraude de bots, White Ops, por ejemplo, sostiene una verdadera batalla campal para que anunciantes, agencias y soportes no se vean perjudicados por el fraude publicitario digital antes de que finalice la compra de medios. Su expertise es indiscutible. Todos estos motivos han hecho que, recientemente, hayamos firmado un acuerdo con ellos. Pero ya sea esta compañía u otra, todas estas alianzas consiguen generar confianza en el sector y dotar de transparencia al entorno publicitario digital actual.
Pero, ¿por qué aliarse con un tercero en algo tan crucial? La respuesta es bien sencilla. Porque estos proveedores cuentan, por un lado, con la tecnología necesaria para detectar y combatir las altas tasas de tráfico SIVT. Y al mismo tiempo, con un equipo humano capaz de mantener a raya a los ciberdelincuentes y que estos se encuentren alejados de las murallas que protegen el core business de la publicidad programática. Todo esto nos permite centrarnos en nuestro negocio y no perder ni fuerzas ni energías en unas contiendas, que tienen unas reglas de juego para las que hace falta un gran conocimiento, que se actualiza casi al instante, así como unas herramientas tecnológicas muy precisas para salir victorioso.
En nuestro caso, con White Ops, podemos ofrecer una tecnología de verificación necesaria, de tal forma que las impresiones servidas en nuestra plataforma de compra programática, se encuentren protegidas contra los intentos maliciosos y sofisticados de los ciberdelincuentes de hacerse con los ingresos derivados de la publicidad digital. Por otro lado, no hay que olvidar, además, que el fraude digital no es tanto un reto de medición sino un tema de ciberseguridad. Por eso, a medida que la amenaza crece y muta, es fundamental innovar a un ritmo mayor que esta lacra, y contar con una tecnología dinámica y sofisticada con la que protegerse y hacerle frente.
Al mismo tiempo, la guerra contra el fraude es uno de los pilares para construir una cadena de suministro programática responsable y limpia. Para ello, como decía al principio, es crucial que se produzca una alianza entre agencias, marcas, proveedores tecnológicos y soportes. Porque sólo de esta forma se ofrecerá un inventario de compra programática libre de fraude que se garantice tanto la viewability como la seguridad de marca, y por supuesto el fraude Esta cadena de alianzas logrará construir un ecosistema publicitario libre de fraude, que es el que todos queremos, porque todos los actores implicados saldremos beneficiados, y por supuesto el consumidor.